Desde siempre me han apasionado la música y la televisión. Cuando era un niño descubrí Eurovisión, siendo adolescente pasaba las tardes devorando videoclips en MTV y con unos años más tuve la oportunidad de unirme a la familia Disney como uno de los protagonistas del musical español de High School Musical.

High School Musical era una pasada: Disney + música + tele + teatro y yo… ¡feliz! Feliz de darle voz a Ryan Evans y de recorrer España haciendo lo que más me gusta. El musical terminó en el año 2009 (un año después del estreno de la última peli de la saga) y justo entonces, una nueva generación de estudiantes cantarines llegó a otro instituto americano: el William McKinley.

Ryan Murphy, creador de otras series como American Horror Story, Pose o Hollywood, dio en la diana una vez más con Glee. En esta nueva creación veíamos una típica escuela secundaria con un coro repleto de estudiantes de lo más variopintos: animadoras, jugadores de fútbol americano, soñadores jóvenes con ansias de convertirse en estrellas de Broadway y demás representantes de colectivos oprimidos víctimas de burlas varias.

La serie es brillante: una evolución perfecta de High School Musical, un producto comercial que crece a la vez que sus espectadores con tramas más pícaras, cañeras y reales dejando a un lado el infantil amor de color rosa palo para adentrarnos en realidades más crudas y hablarnos, entre acordes, de acoso, discriminación, sexo y matanzas en institutos.

Un producto perfecto que catapultó a la fama a sus protagonistas que acaban de volver a ser golpeados por la tragedia. Cory Monheith, el prota absoluto, murió de sobredosis en 2013, Mark Salling, el malote, se suicidó en 2018 después de haber sido relacionado con un caso de pornografía infantil y Naya Rivera, la animadora latina, despareció el pasado miércoles en un lago en California.

¿Qué pasa con Glee? ¿Está maldita la serie y sus protagonistas? Me da mucha pena.