OPINIÓN

De Chaves Nogales a Mariúpol

'El maestro Juan Martínez que estaba allí' y 'Mi madre era de Mariúpol'.
'El maestro Juan Martínez que estaba allí' y 'Mi madre era de Mariúpol'.
Librería Cálamo
'El maestro Juan Martínez que estaba allí' y 'Mi madre era de Mariúpol'.

La tensión que ahora vivimos entre Europa y la Federación rusa, a raíz de la determinación de Vladimir Putin de tener a Ucrania bajo su control pese a la vocación atlantista de este país, es un nuevo episodio de la azarosa historia de esa zona del continente

Espacio siempre deseado, como gran granero de siempre y como vanguardia tecnológica soviética en este siglo XX, sus habitantes ha sufrido en carne propia esa codicia, con episodios en algunas regiones de desplazamientos de su población para ser sustituida por rusa, afín a Moscú, que han reflejado la literatura y el periodismo. Así, nuestro gran periodista Manuel Chaves Nogales nos lleva durante varios capítulos de El maestro Juan Martínez que estaba allí por ciudades de Ucrania durante la guerra civil de Rusia y el triunfo de la revolución de octubre, en la que el bailarín se vio atrapado durante años. Un tiempo de grandes cambios en los que, como le contaría años después a un fascinado Chaves en París, la población era sacrificada sin compasión por rusos rojos o rusos blancos, con la misma saña. Kiev, más blanca que roja, era tomada alternativamente por unos y otros. Una de las veces, cuenta el bailarín a Chaves, “la población de Kiev volvió a recibir a los blancos con grandes demostraciones de júbilo: se les hizo la ofrenda ritual del pan y la sal, y se arrojaron ramos de flores a su paso. Nunca se hacía ese recibimiento a los bolcheviques”.

En esa época hunde sus raíces Mi madre era de Mariúpol, en el que Natascha Wodin rastrea la vida de su madre, originaria del mar Negro y que se suicidó en cuando la autora era una niña y vivían como apestados en Alemania, sin que la escritora supiera por qué. Así descubre que había vivido el ocaso de su aristocrática familia bajo el terror de Stalin y que, en la segunda guerra mundial, fue deportada a Alemania por los dirigentes nazis para ser mano de obra esclava en la maquinaria bélica. Una odisea devastadora, en un mundo de transterrados, en el que Wodin creció y que desconocía por completo. Como diría Vargas Llosa, la verdad de las mentiras, sólo que en ambos casos son narrativa de la mejor calidad, a partir de historias reales.

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