Magda Barceló Consultora y coach
OPINIÓN

De copas con la apatía

Representación de una mujer apática.
Representación de una mujer apática.
©GTRESONLINE
Representación de una mujer apática.

No sé si escribir este artículo o no hacerlo. La apatía me susurra… ¿para qué molestarte? Al fin y al cabo ya respondiste la pregunta del consultorio de coaching sobre este tema. Y, sin embargo, decido seguir el impulso a escribir. ¿Porqué? Pues porque al igual que a muchas otras personas, la emoción de la apatía me ha visitado después del confinamiento y no muestra demasiadas ganas de marcharse. Con estas líneas, te doy pautas para relacionarte con ella, hasta que, sin darte cuenta, se haya marchado e incluso tal vez, llegues a echarla de menos.

¿Invitada molesta?

La apatía no es una invitada agradable. Los adolescentes encarnan esta emoción convertida en estado de forma perfecta. Desgana, desafección, poca energía, .¿Qué te pasa pregunta el adulto? ¿Quieres hacer esto? No me apetece…¿Quieres hacer lo otro? Pues tampoco… Es fácil desesperarse intentando sacar a alguien de la apatía. Y más aún intentar sacarse a uno mismo de sus lánguidos tentáculos.

¿Qué oculta la apatía?

Para gestionar cualquier emoción es necesario primero conocerla. Según Karla McLaren experta en el lenguaje de las emociones, la apatía es una versión de la emoción básica de la ira, en su versión reprimida. Es decir, hay algo que nos indigna, que no nos gusta, que nos parece injusto, pero por el motivo que sea no podemos o decidimos inconscientemente no expresar esta emoción.

En el caso de los adolescentes, la apatía nace de un sentimiento de sentirse presa de un mundo – el familiar, el de los centros educativos… – que les deja poco margen de maniobra, y al que el adulto en formación que los habita, siente un deseo creciente de dejar atrás.

La apatía post confinamiento puede explicarse por el hecho de haber vivido una situación traumática, sin existir en su caso responsables de lo ocurrido hacia quien dirigir esta emoción. El responsable del confinamiento fue un impersonal virus. El confinamiento fue el resultado de las acciones de los gobiernos mundiales para frenar las consecuencias de la pandemia. Por ello es natural sentir a nivel inconsciente que no hay a quién dirigir la emoción que nos ha generado esta experiencia.

Sin embargo, la ira es una emoción que contiene un gran flujo de energía vital. Por ello, al reprimirla a través de la apatía, perdemos vitalidad. Nos deja sin pilas, y sin ganas de hacer nada.

Cuando la emoción se convierte en estado

Ninguna emoción es un problema en sí misma. La emociones se convierten en tóxicas al no prestarles la atención debida. En el caso de la apatía, si nos encallamos en ella, nos puede llevar a sentirnos deprimidos y a desconectar de nuestro entorno y relaciones.

Responder a la apatía

Para responder a la apatía, rompiendo a la vez su hechizo tenemos dos tareas ante nosotros.

La primera consiste en contactar con la ira, el enfado subyacente, sentirlo y expresarlo plenamente. Lo podemos hacer escribiendo, pintando, bailando, con ejercicio físico, hablando con un amigo, etcétera. Para hacerlo no hace falta 'tener razón'. Las emociones no son razonables, nos habitan y al expresarlas dejamos que nos atraviesen y se disuelvan.

La segunda es darle a la apatía lo que nos pide. Esto significa confiar en nuestra desgana, en no querer hacer nada y hacerlo por periodos de tiempo determinados. Seguir el impulso a quedarnos tirados en el sofá viendo cualquier cosa o leyendo. Dormir a pierna suelta. Declinar propuestas sociales que no nos vengan en gana. Cuando seguimos este impulso, lo que a menudo ocurre es que se liberan tensiones acumuladas en nuestro cuerpo de las que no éramos conscientes. A medida que las aflojamos, es fundamental preguntarnos :¿Qué es lo que quiero? ¿Qué es lo que necesito? Si escuchamos bien, tarde o temprano, nacerán de nosotros o de nuestro entorno actividades, propuestas y acciones a las que decir "sí" de buena gana.

Trascender el miedo a la emoción

Como constato cada día en mi práctica de coaching, cada persona cuenta con ciertas emociones a las que teme sentir. Para algunos es la tristeza, para otros la rabia. La apatía puede ser una de ellas. Si este es tu caso, no temas a la emoción sino que observa el miedo a la misma y sigue los pasos que te recomiendo. Y recuerda, como el poeta sufí Rumi escribía en su célebre poema La casa de huéspedes, cada emoción es un guía enviado del más allá, por ello ¡dales la bienvenida y recíbelos a todos!

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