Vamos a vivir un momento HISTÓRICO en DIRECTO, estamos en disposición de desvelar una BOMBA de ÚLTIMA HORA que va a SORPRENDER. Acaban de leer una frase intensa pero que no significa nada. Sin embargo, contiene palabras reiterativas en los medios de comunicación para captar su atención: sorprender, Última hora, bomba, directo o histórico.
En los últimos años, se ha abusado tanto de la sugestión con el "día histórico" -por aquello de que el espectador sienta que está viviendo en primera persona un acontecimiento único e irrepetible- que, ahora, empezamos a estar inmunes ante determinados términos. Porque de uso abusivo ya sabemos que se lanzan para movilizar la atención y retener a la audiencia en tiempo de tantos impactos audiovisuales. Aunque, en realidad, no haya ninguna noticia de calado trascendental.
Es la consecuencia de la época de la urgencia audiovisual en la que estamos inmersos. La elaboración mediática prima la velocidad. También la propia audiencia lo favorece, ya que consume con agitación la información y el entretenimiento audiovisual. O la dos cosas juntas, eso que llaman infotainment y que no tiene que ser peyorativo. El entretenimiento no sólo ejerce el servicio público de evadir y a la vez puede inspirar, divulgar y fomentar la creatividad.
Pero da la sensación de que en televisión no hay margen de tiempo o directamente interés para consolidar autorías creativas y, como consecuencia, no se logra fidelizar públicos consistentes lejos de rimbombancias y palabras cebo. Porque, salvo alguna excepción, los programas diarios ya no suelen crear universos propios en torno a sus creadores. De hecho, parece que hasta se trata con desdén lo que diferencia a cada creador. Así nos hemos olvidado que los grandes autores no suelen necesitar titulares tramposos. María Teresa Campos, Mercedes Milá, Jesús Hermida... No dependían de estar atados a la exageración porque sus programas no eran clónicos y se veían por su incesante autoría. Por su carácter, por cómo cuentan lo que cuentan sin utilizar señuelos de venta para movilizar curiosidades de usar y tirar. Señuelos que, por cierto, mejor si se sobreimpresionan con letras rojas y parpadeantes en pantalla, que parezca que está a punto de acaecer el "no va más".
Pero, con esta táctica, simplemente se fomenta un público infiel que deja de creer en la televisión y se va a otras pantallas o plataformas. Incluido el podcast. Quizá todo sea más sencillo y simplemente habrá que volver a esa honestidad imaginativa que hasta se atreve a bromear con espíritu crítico con la tele reconvertida en una tómbola llena de rimbombantes palabras comodín que ya no sirven para nada. Eso, ahora mismo, tal vez sí que sería una bomba histórica.
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