Sábado noche. Una participante del concurso A tu vera de la televisión autonómica de Castilla-La Mancha pide repetir la canción. Se ha quedado en blanco. Es el resultado del bloqueo de los nervios del directo. Pide una segunda oportunidad, continúa y, al terminar, cae al suelo. Se ha desmayado. O está figurando un desmayo. También fruto de los nervios del directo. Los gritos resuenan y la realización muestra el caos en el estudio, intentando no enfocar lo desagradable que sucede. La madre de la artista está en la grada y se ha asustado por la caída de su hija. La cantante lo ve y empieza a gritar desconsoladamente "estoy bien", muy preocupada por el estado de su mamá.
Tras unos segundos de desconcierto, la presentadora, Alicia Senovilla, despide abruptamente el programa. La audiencia se queda en vilo y las redes sociales empiezan a compartir el momento. Ya no hay marcha atrás: el dolor, el pánico y la incertidumbre se transforma en delirante meme. El vídeo tiene todos los ingredientes para ser un hit en redes: la típica sobreactuación de una buena folclórica, los gritos incontrolables de cuando la situación se desmadra y los planos de reacción de la expresividad de las caras de sobresalto de los que allí están. En este caso, músicos, técnicos, compañeros artistas y público en plató. Porque la gran historia viral siempre va unida a un descriptivo plano de reacción del que asiste desde la barrera, imagen que dota hasta de más contexto que la del protagonista. Ese plano que dice tanto, sin decir nada.
Al final, este instante representa la viralidad en la que vivimos atrapados. Aunque el percance tuviera un final feliz, lo sucedido no deja de ser un sobresalto serio. La cantante pierde el control al sentir que se le va de las manos el concurso y el ímpetu de tal sufrimiento arrastra a su madre. Sin embargo, lo trágico del vídeo muta rápido en carcajada colectiva por lo pintoresco de la situación. Y no hay quien pare el chascarrillo. Es más, es fácil sumarse a él como atajo sencillo para congregar retuits. La angustia se convierte en risa y, prácticamente, todo lo vivimos como un teatro en el que la pantalla del móvil sirve de barrera que impide la empatía. Las personas son transformadas en personajes.
Consumimos la verdad de la vida como una serie. Quizá porque nos hemos acostumbrado a ver la vida por la pantalla, al igual que un pasatiempo. Todo es entretenimiento. No hay demasiado margen para situarse en el lugar de la otra persona, reconvertida a menudo en una especie de dibujo animado a medida de nuestros propios prejuicios. Como consecuencia, el intento de comprensión de cada situación se diluye. Ni existe tiempo ni hay tonalidades ni ganas para distinguir entre comedia catártica y mofa destructiva. No vaya a ser que se nos arruine un retuiteo y unos cuantos likes. Pero el momento viral de Castilla-La Mancha Media, se mire por donde se mire, no es divertido: muestra desolación. Y la desolación remueve, no es un meme.
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