OPINIÓN

¿El feminismo debe ir al confesionario?

Manifestación contra la violencia machista en Ourense.
Manifestación contra la violencia machista en Ourense.
BRAIS LORENZO / EFE
Manifestación contra la violencia machista en Ourense.

El experimento sociológico de Gran Hermano ha tocado techo al mostrar que la vida en directo puede llevar hasta la presunta violación de una concursante en 2017. Ha salido a la luz el vídeo en el que la productora le enseñaba las imágenes de lo ocurrido, sin haberle preguntado antes si quería verlas. En lugar de un psicólogo a su lado, tenía la voz del famoso Súper pidiéndole que guardara el secreto.

Esta burrada ocurrió en una cadena que sigue sin pronunciarse y que ahora tiene como colaboradora estrella a la imputada por la Púnica Cristina Cifuentes. Se paseó por Sálvame para entregar a la presentadora su nuevo libro. El anterior era de dietas; este de feminismo. Con música dramática de fondo, política y presentadora soltaron tópicos de aplauso fácil sobre la lucha de las mujeres. De la violación, ni mu.

Fue una muestra de esa parte del feminismo convertido en un producto más que vender; se le pone rostro de famosa para sacarlo en formato libro y a hacer caja. El objetivo de la igualdad se ha vaciado tanto de significado que las hay que ponen el hashtag #sororidad a las fotos de compras con las amigas. Hay influencers que capitalizan el feminismo a base de succionadores de clítoris como si la masturbación se hubiera descubierto en 2019, un año en el que solo en el primer trimestre los delitos sexuales han ascendido un 18,8% respecto al anterior.

La cifra es aún más dolorosa porque ha aflorado otra amenaza: el negacionismo de la violencia machista de Vox. No han defraudado en el Día Internacional por la eliminación de la violencia hacia la mujer. Peleas en el Ayuntamiento, llamamientos a romper un supuesto silencio negacionista y una falta de suscripción a la declaración institucional contra la violencia. PP y Cs se han encargado de afearle el gesto a la ultraderecha como si no fueran cómplices de su ascenso.

Hay quien señala al feminismo desvirtuado como culpable al haber generado el caldo de cultivo necesario para cocinar un revulsivo. También puede que ese cuestionamiento de una realidad con cifras sea solo una muestra más de la prepotencia y el populismo de la cúpula privilegiada de la ultraderecha. En cualquier caso, a la realidad de la violencia de género no le ayuda nada que se silencie una presunta violación en televisión al mismo tiempo que se vende un libro para dar voz a las mujeres. El feminismo debería ir al confesionario a pensar en el mejor rumbo para no verse arrasado por una moda de las que corren el peligro de pasar.

El Pacto de Estado de Violencia de Género se consiguió solo hace dos años con el acuerdo de todos los partidos. Vox podría echarlo atrás, lo que nos lleva a lo de siempre: el bloqueo político. Es urgente la llegada de un Gobierno estable en el que el Gran Hermano se quede en la novela de Orwell.

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