La vida imita a Netflix. La televisión no siempre refleja la realidad, pero en último término contribuye poderosamente a crearla. Volodimir Zelenski puede ser el mejor ejemplo. Recién licenciado en Derecho decidió seguir su vocación artística. Fundó una productora y alcanzó fama y popularidad en la televisión de su país, Ucrania, con una serie de título premonitorio, Sluga naroda, es decir Sirviente del pueblo, en la que, ¡oh, casualidades de la vida!, interpretaba a un profesor de instituto que por carambola acababa convirtiéndose en presidente de su país.

Durante tres temporadas, el actor y humorista vivió en el plató situaciones que no mucho tiempo después habría de protagonizar en la vida real. El nombre del programa fue el mismo que dio al partido político con el que, sin experiencia y sin apoyo de poderes fácticos, concurrió a las últimas elecciones, en las que arrasó con un 73,22% de los votos.

Todo actor sueña con el momento en el que se le ofrece el papel de su vida, aquel que parece hecho a su medida, el papel con el que pasará a la historia. A Zelenski le llegó ese papel cuando aparcó su carrera de actor. Como presidente de Ucrania, en estos trágicos momentos, se ha convertido, como el héroe de una película, en símbolo de resistencia defendiendo con valentía a su país y a su independencia.

En el cine y en la vida real me gustan los finales felices. Es lo que deseo para Ucrania.