Borja Terán Periodista
OPINIÓN

'Eurovisión Junior': qué falla para que no atraiga a la gran audiencia española

Maléna, de Armenia, ha ganado 'Eurovisión Junior 2021' con "Qami Qami"
Maléna, de Armenia, ha ganado 'Eurovisión Junior 2021' con "Qami Qami"
UER
Maléna, de Armenia, ha ganado 'Eurovisión Junior 2021' con "Qami Qami"

¿Por qué 'Eurovisión Junior' no triunfa en audiencias a diferencia del eurofestival tradicional? En este 2021, esta versión de 'Eurovisión' ha cosechado su tercer mínimo histórico de audiencia consecutivo, quedándose por debajo de la barrera del millón de espectadores. Lejos quedan aquellos tiempos en los que España ganó con María Isabel y el colorista concurso alcanzó el vertiginoso 43 por cierto de share. Ahora, en su horario vespertino, este talent sólo roza un 7.6 por ciento de share. Tiene explicación. Uno de los principales problemas del 'Eurovisión' de niños es que no parece un juego de niños. Los pequeños cada vez son menos pequeños y se disfrazan de mayores. Así se pierde la energía de la poderosa ingenuidad infantil que se traduce en una espontaneidad televisiva muy especial. 

La mayor parte de los participantes en 'Eurovisión Junior' parecen adultos. El propio concurso lo favorece, pues su dinámica está basada en una dinámica de competición senior cuando podría ser un formato que representara más la travesura de la fantasía infantil. Ni los niños se identifican con el show, ni los papás lo entienden. La audiencia no ubica este talent show. No empatiza. No se implica. Ahí está la asignatura pendiente de un 'eurofestival mini': conseguir plasmar la emoción de un escenario que se convierte en punto de encuentro de países y su diversidad gracias al talento cristalino de los más pequeños de cada lugar.

Escenografía de 'Eurovisión Junior 2021', en la que el escenario es una especie de río Sena
Escenografía de 'Eurovisión Junior 2021', en la que el escenario es una especie de río Sena
UER

La puesta en escena de Francia en la presente edición no ayudado. Con presentadores disfrazados de 'Noche de fiesta'. Toda una simbología de gala mal entendida, desfasada con largos vestidos. Se veía todo como de otra época. Tampoco funcionaban los dos grandes puentes sobre el Sena que reproducía el escenario. A priori una buena idea, ya que hay que romper con los escenarios clónicos de pantallas gigantes y crear universos propios con el atrezo artesanal clásico. Pero el puente partido por la mitad se ha quedado como dos pasarelas laterales rococós sin más. Y, lo que es peor, no remitía a la armonía de un show gigante, recordaba más a un centro comercial de las afueras de Madrid con una cúpula muy grande. Como consecuencia, el decorado no ha enriquecido la magia que merece un programa con estas cualidades: si es un show de niños hay que fomentar la imaginación de la niñez y no un pomposo baile de época desconectado de la actualidad.

El problema de la propuesta española

Al final, ha ganado Armenia con Malena. Seguida de Francia. España, por su parte, tras una buena racha en los primeros puestos de la tabla de 'Eurovisión Junior', ha quedado con Levi Díaz en decimoquinta posición. ¿Qué ha sucedido para quedarse en la cola? Después destacar con Melani García en 2019, con gran propuesta musical y escénica y con Soleá en 2020 con un un temazo consciente de su tiempo, en este año se ha repetido el problema tradicional de España en la edición de adultos del eurofestival. No se ha potenciado el tema para que atraiga por televisión. Es decir, no ha existido concepto escénico claro. No se entendía que se pretendía contar. En esta edición, de hecho, el ritmo de la realización de cámaras iba a un compás distinto de lo que sucedía en el escenario. Cuando la dirección artística debe dirigir y coordinar una coreografía perfecta de todos los elementos: interpretación de los protagonistas en escena, las pantallas en los fondos, atrezo, luz, compás musical y cámaras. De nuevo, ha habido un ir y venir de elementos inconexos, intercambiables, típicos y desordenados que no eran atrayentes, que no destacaban el arte de Levi. Ha faltado iconografía propia y concreción en el planteamiento de la historia a contar y a celebrar. 

Resultado: si repetimos los mismos errores que el 'Eurovisión' clásico, cosechamos los mismos resultados. La televisión es contar historias con autoría. Justamente es esa la esencia de 'Eurovisión' desde sus orígenes, cuando no había tanta técnica pero sí destreza para abrazar la curiosidad del público: Eurovisión siempre ha sido sorprender a través de la libertad creativa de la música que narra su tiempo. Incluso se adelanta a su tiempo. Ahí habrá que indagar. Para empezar, en 'Eurovisión Junior' esto se logra dejando a los niños que sean niños. Con la verdad de sus músicas, sus ilusiones, su ingenuidad. Músicas, ilusiones e ingenuidad que suelen descubrir y hasta dar una lección de honestidad a los adultos.  

Borja Terán
Periodista

Licenciado en Periodismo. Máster en Realización y Diseño de Formatos y Programas de Televisión por el Instituto RTVE. Su trayectoria ha crecido en la divulgación y la reflexión sobre la cultura audiovisual como retrato de la sociedad en los diarios 20 minutos, La Información y Cinemanía y en programas de radio como ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero y 'Gente Despierta' de RNE. También ha trabajado en ‘La hora de La 1' y 'Culturas 2' de TVE, entre otros. Colabora con diferentes universidades y es autor del libro 'Tele: los 99 ingredientes de la televisión que deja huella'.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento