Fernando Baeta Subdirector del área editorial de Medios de Henneo
OPINIÓN

¡A la valenciana!

El presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE con la nueva ejecutiva clausura del 40 Congreso Federal del partido que se ha celebrado en Valencia.
El presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE en el 40 Congreso Federal del partido que se ha celebrado en Valencia.
EFE/ Biel Aliño
El presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE con la nueva ejecutiva clausura del 40 Congreso Federal del partido que se ha celebrado en Valencia.

¡Qué congresos aquellos! Añoramos los enfrentamientos fratricidas de antaño donde los partidos, todos, debatían y confrontaban ideas o lo que fuera menester. Tiempos donde las noches eran interminables, las madrugadas ardían, las navajas volaban y la traición y el asesinato político eran, casi siempre, el primer paso hacia la gloria o el olvido. Entonces se guardaban las formas. 

Los paripés actuales se han vuelto artificiales y teledirigidos donde debatir es considerado una pérdida de tiempo y hablar de valores y principios una boutade sobrevalorada. Ahora los congresos o convenciones son como Fuenteovejuna, y todos van a una. Se llega con el guion escrito y los papeles repartidos, las traiciones se han perpetrado con antelación y los asesinados ya descansan en paz. El partido, el que sea, ha dejado de existir en beneficio del César de turno, y al resto solo le queda gritar ¡Ave, César!

Sánchez y Casado se retroalimentan en su cesarismo y en su miedo, y no quieren perder el tiempo vigilando sus espaldas

Valencia se ha convertido en la nueva capital de Bulgaria. Y las votaciones... ¡a la búlgara! –con las que Zhikov, secretario general del Partido Comunista de aquel país, reinaba en los años 60 y 70 con el 99,999% de los apoyos o incluso con más– se han convertido, tras las fallas de PP y PSOE, en lealtades inquebrantables ¡a la valenciana!, con porcentajes equivalentes o incluso superiores, aunque parezca imposible, a los de aquel.

Sánchez y Casado se retroalimentan en su cesarismo y en su miedo, y no quieren perder el tiempo vigilando sus espaldas. Ellos son la gran baza del contrario; lo mejor de cada uno es lo malo que cree que es el otro. ‘Yo no soy nada, pero si me comparo…’, deben pensar. El primero, resucitado, escarmentado y poderoso, reniega ahora de sus compañeros de piso y se hace socialdemócrata; y el segundo, que posiblemente esté muerto aunque no lo sepa, sigue buscando el camino sin que hasta el momento lo haya encontrado. Vivimos tiempos de líderes absolutísimos, pero medrosos. 

Mostrar comentarios

Códigos Descuento