Fernando Baeta Subdirector del área editorial de Medios de Henneo
OPINIÓN

Carmen Mola

Los tres autores bajo el seudónimo de Carmen Mola, premio Planeta 2021
Los tres autores bajo el seudónimo de Carmen Mola, premio Planeta 2021
PLANETA
Los tres autores bajo el seudónimo de Carmen Mola, premio Planeta 2021

Leí las tres novelas de Carmen Mola conforme fueron publicándose. Me parecieron interesantes; no excelentes pero sí lo suficientemente adictivas para un lector compulsivo de novela negra como yo. Me gustaron algunos personajes y aunque la trama era rebuscada y algo amarillenta seguí adelante y hubiera leído una cuarta entrega de la serie de haber llegado a las librerías. Pero lo que ha llegado ha sido el Premio Planeta y toda la Brigada de Análisis de Casos, con la inspectora Blanco al frente, ha pasado a estar bajo sospecha, o condenada directamente, por culpa del femenino seudónimo elegido por los autores masculinos de la trilogía y del millonario galardón.

Mientras leía La novia gitana, La red púrpura o La nena, editadas las tres por Alfaguara, jamás pensé en la identidad que se escondía detrás de Carmen Mola; es más, cuando arranqué con la primera historia creía realmente que el nombre de la portada respondía a la verdadera identidad de su autora. Y después, cuando supe lo del seudónimo, ni siquiera tuve claro el sexo porque cuando alguien elige 'ocultar con un nombre falso el suyo verdadero', como dice la RAE, todo es posible. El misterio de la autoría quedó reducido a charlas de café y poco más, más bien a nada más.

Era y es literatura de consumo rápido. La correcta calidad de los textos tampoco iba a ser nunca merecedora de estudio lingüístico alguno, como ha ocurrido en Italia con Elena Ferrante, ni por supuesto tenían ambiciones, autores y editores, de poner en el mercado algo más que unos libros entretenidos e inteligentemente escritos, acertando de lleno, a la vista está, en lo uno y en lo otro. Si la aventura de los tres amigos hubiera salido mal a nadie le habría importado el sexo de los que se escondían debajo de Carmen Mola. Quizá fue el miedo al fracaso, solo eso, lo que les llevó al seudónimo. Y quizá ha sido el millón de euros del Planeta, solo eso, lo que ha llevado a esta polémica que creo ficticia.

Sin ánimo de polémicas, y menos aún si son de género, y aceptando el déficit que arrastran las mujeres en casi todos los eslabones de la industria del libro, afirmar que Díaz, Martínez y Mercero –a los que no tengo el gusto de conocer– utilizan un nombre femenino solo para vender más ejemplares es tan simplón que nos llevaría a la facilona conclusión, una de ellas, de que una firma de mujer bastaría para vender libros a espuertas, lo que además de ser un insulto para las que no usan seudónimo es rigurosamente falso, como bien sabe la industria y la mayoría de escritoras y escritores de este país que por desgracia no compra todos los libros que debería.

Casi al mismo tiempo que empezaba a leer a Carmen Mola leí también a Robert Galbraith. El canto del cuco es la primera entrega de las aventuras londinenses de Cormoran Strike y Robin Ellacott. Tras el primer título siguieron, todos ellos editados en España por Salamandra, El gusano de seda, El oficio del mal, Blanco letal y Sangre turbia, que es la última. Me parecieron sobresalientes y el placer fue doble porque además BBC One las convirtió en una serie de televisión notable que emite en España HBO con el título de Strike. No fue hasta después de leer la primera aventura cuando me enteré que Robert Galbraith es un seudónimo y que detrás de él está J. K. Rowling, la creadora de Harry Potter.

Aunque no son casos equiparables, llegué a La novia gitana y El canto del cuco de la misma manera. Entré en una librería, casi siempre suele ser la Antonio Machado de Madrid, y empecé a ver las novedades o lo que a mí me lo parecieron. En muchos casos soy lector de sobrecubiertas, me explico: cojo un libro del que no he oído hablar y leo el resumen que normalmente está en la parte de atrás; si me interesa lo compró y si no, lo dejo. Así de sencillo. El resumen que puedo hacer es que me llevé a casa los primeros libros de Carmen Mola y de Robert Galbraith porque me interesaron, porque hubo algo que me gustó, algo que me pareció atractivo, algo que me gritaba al oído que esos libros merecían ser leídos. Así de sencillo también. Luego ha resultado que el libro de la mujer había sido escrito por tres hombres y el del hombre por una mujer.

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