Fernando Baeta Subdirector del área editorial de Medios de Henneo
OPINIÓN

Terapia de grupo en Barcelona

El Gobierno ofrece más autogobierno y niega que Sánchez y Aragonés hayan hablado de amnistía y autodeterminación
Pere Aragonès y Pedro Sánchez.
RRF
El Gobierno ofrece más autogobierno y niega que Sánchez y Aragonés hayan hablado de amnistía y autodeterminación

Este miércoles tiene España terapia de grupo en Barcelona. Será alrededor de una presunta ‘mesa de diálogo’ que al ministro Iceta le recuerda a aquella en la que se celebraron las negociaciones de paz de París para poner fin a la guerra de Vietnam. La comparación sería graciosa si no resultara grotesca. Pero en esto de las relaciones bilaterales España-Cataluña el listón esperpéntico ya está muy alto. Esta sentada, como antes los indultos, forma parte de los acuerdos de Gobierno que acomodaron a Pedro Sánchez en la Moncloa y le dieron posteriormente el OK a sus Presupuestos. Toca pasar por caja una vez más, y no será la última, aunque el líder socialista hubiera preferido saltarse este trance.

Por lo que ha trascendido, las delegaciones estarán encabezadas por los presidentes de ambos países –así lo dicen en la Ciudad Condal sin que Madrid corrija un ápice– que se saludarán, estarán un ratito jugando al paripé y luego se marcharán cada uno por su lado para que el resto de las delegaciones oficiales siga "con el tratamiento terapéutico de naturaleza psicológica que se proporciona a los pacientes que lo necesiten de forma grupal para mejorar su salud mental y calidad de vida", que es lo que se busca en esto de las terapias de grupo.

Existen dudas de que este tratamiento, aunque sea de choque, nos aporte una mejor salud mental y una calidad de vida superior. Más bien lo contrario. Pero es la última artimaña del trilero aun sabiendo que las expectativas no cumplidas –la autodeterminación y la amnistía, por una parte, y el fin de las tensiones provocadas por el independentismo, por la otra– acaban conduciendo inexorablemente a la melancolía. Siempre es posible jugar sucio con las palabras pero llega un momento en el que resulta tremendamente complicado seguir con los malabarismos indefinidamente sin que el conejo te acabe dejando en evidencia.

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