Rebeca Marín Periodista y escritora
OPINIÓN

Generación precovid

Una niña abraza su osito de peluche.
Una niña abraza su osito de peluche.
PIXABAY
Una niña abraza su osito de peluche.

Yo soy niña preCovid. Jugaba en la calle al escondite, me peleaba con mis amigas. Sudaba jugando a la pelota, saltaba a la comba, hacía palmitas, y me abrazaba con mi pandilla. Llenábamos la boca de agua y nos la escupíamos, hacíamos aguadillas en la piscina y me agarraba fuerte a mi novio cuando iba en moto. Compartía bolsas de chucherías y comía helados a medias porque yo era de chocolate y mi prima de nata. Echábamos partidas al Mario Bros a dos manos en los recreativos, y esas, junto con la tele los sábados, eran las únicas pantallas de mi vida. El resto era la realidad más cercana, viva y palpable que existe.

Me educaron para compartir, tocar, ser afectuosa y rodearme de gente. Hoy tengo 41 años y pienso en los niños y niñas que están creciendo en pandemia. Que tienen prohibido jugar al fútbol, sudar, para los que la gente es un riesgo y un beso con lengua una amenaza. Que se sientan al ordenador para ir a clase, que hablan a través de un teclado y apenas conocen los abrazos de extraños. Una infancia de ficción porque la realidad es nociva, perversa. Educados en la distancia, que es la seguridad, porque la cercanía, como la lista de los reyes Godos, ha quedado para el recuerdo. 

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