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Dos herreros preparan barreras antitanque en una nave en la ciudad de Leópolis (Ucrania)
Dos herreros preparan barreras antitanque en una nave en la ciudad de Leópolis (Ucrania)
EP
Dos herreros preparan barreras antitanque en una nave en la ciudad de Leópolis (Ucrania)

Cuando hace un par de años leí Calle Este-Oeste. Sobre los orígenes de 'genocidio' y 'crímenes contra la humanidad’', de Philippe Sands, tuve que irme a Google maps para saber en qué sitio de Europa estaba Lviv, Leópolis para nosotros. Una ciudad de 700.000 habitantes que ha sido determinante en la historia del Derecho internacional y que hoy es triste marco del nuevo horror que asola el este de Europa.

La estación de tren de la ciudad, uno de los mejores edificios modernistas de esa área -la antigua Galitzia polaca, antes austrohúngara y soviética y ahora en la zona más occidental de Ucrania-, es la puerta por la que huyen decenas de miles de personas del infierno al que las somete Putin.

Fue en la universidad de esa ciudad donde, en la primera parte del siglo XX, estudiaron Derecho dos jóvenes judíos del lugar, Rafael Lemkin y Hersch Lauterpacht. Ambos fueron los únicos de sus familias que lograron sobrevivir al Holocausto y, desde equipos jurídicos distintos, uno en el de Inglaterra y otro en el de Estados Unidos, acuñaron las dos figuras clave del Derecho Internacional que aparecen en el subtítulo del libro de Sands. Las dos, genocidio -extinción de un grupo concreto- y crímenes contra la humanidad -matanza de personas de forma sistemática-, se introducen por primera vez en el juicio de Nuremberg contra los criminales nazis. 

Todo eso y mucho más cuenta Sands, descendiente a su vez de otro superviviente judío de Leópolis, en Calle Este-Oeste, eje urbano en torno al que vivieron las familias de los protagonistas, en una ciudad que cambió de manos 8 veces entre 1914 y 1944 y donde la población judía fue aniquilada casi en su totalidad.

Más de medio siglo después, un nuevo sátrapa quiere someter a su población para aumentar los límites de su poder e impedir el desarrollo de la democracia liberal. Un crimen que parecía superado y ha vuelto con la furia y el afán de devastación del siglo XX. Cuando Macron refiere su conversación con Putin, con un terrible "lo peor está por llegar" y oímos al presidente ruso usar falazmente la palabra "genocidio" a su favor, es inevitable acordarse de los pocos supervivientes del verdadero genocidio. A ver si esta vez no los dejamos solos.

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