Helena Resano Periodista
OPINIÓN

'In my opinion'

El director del gabinete de la Presidencia del Gobierno, Iván Redondo, en el Congreso.
El exdirector del gabinete de la Presidencia del Gobierno, Iván Redondo, en el Congreso.
EFE
El director del gabinete de la Presidencia del Gobierno, Iván Redondo, en el Congreso.

The Crown obligó a Netflix a colocar un cartel delante de cada capítulo para remarcar algo obvio: que la ficción histórica es… ficción. Que ambientar una serie en hechos reales no convierte en historia todo lo que allí se cuenta. Las conversaciones, las decisiones de los personajes de la serie, no son hechos reales, al menos no todos. A Iván Redondo deberían de haberle puesto la misma cartela antes de su entrevista el otro día con Évole y, ya de paso, también un botón de subtítulos.

Nada de lo que dijo fue espontáneo. Cada respuesta estaba preparada. No porque él supiese de antemano el guion, ni mucho menos. El equipo de Évole, lo vimos en el programa, estudió muy bien qué preguntar, dónde encontrar la contradicción, cómo desmontar el relato que Iván Redondo se ha empeñado en construir sobre su paso por Moncloa y su abrupta salida. Pero Iván Redondo sabe mucho de esto, es a lo que se dedica: él prepara a sus clientes para afrontar ese tipo de preguntas y, evidentemente, no llegó a la entrevista de Évole sin hacer los deberes. Se metió astutamente un peón y una dama, dos piezas de ajedrez para utilizar el mismo símil que ya había usado en otras entrevistas. Lo mismo que cuando habló de la Fórmula 1 y el piloto. El problema es que cuando fabricas tanto, tantísimo, un personaje, un relato, deja de ser creíble, deja de ser real, deja de ser fresco y espontáneo.

"Para muchos, la entrevista del domingo con Évole fue su suicidio profesional, para otros, su revelación"

El superasesor de Moncloa concedía su primera entrevista tras haber pasado más de dos años tejiendo las políticas y estrategias de Pedro Sánchez. Mucho se ha hablado estos años sobre el poder real que tenía Iván Redondo en las decisiones que tomaba el presidente del Gobierno. El domingo quiso quitarse toda la responsabilidad y asumió lo justo, tanto para lo bueno como para lo malo. A cada pregunta incómoda reaccionaba tal y como ha asesorado tantas y tantas veces: "Esquiva la pregunta y cíñete al guion". Y de ahí no se salió en ningún momento. Sonrisa impertérrita y a aguantar estoicamente los incómodos silencios.

Al margen de si lo que dijo fue o no verdad, era agotador cómo colaba sus anglicismos en cada frase. ¿De verdad era necesario? Quienes trabajan en esto desde hace muchos años apuntan a que tuvo un excesivo protagonismo político, tiró de muchos efectos especiales (el peón y la reina), acabó haciendo un monólogo y mostró indiferencia por lo que interesa realmente al interlocutor… Todo orientado a construir su personaje, "lo opuesto a una buena consultoría". Para muchos, la entrevista del domingo fue su suicidio profesional, para otros, su revelación: ¿era mejor imaginarse lo que pudo hacer que comprobar realmente lo que ha hecho y lo que es capaz de hacer? El domingo era su oportunidad para demostrar que, como asesor, no tiene rival… pero igual, esta vez, no se asesoró bien a sí mismo, es mi opinión.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento