Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Mirarse al espejo

Imagen de archivo de la actriz Emma Thompson.
Imagen de archivo de la actriz Emma Thompson.
DPA / EUROPA PRESS
Imagen de archivo de la actriz Emma Thompson.

Vivir expuesta públicamente todo el tiempo es una especie de condena: tu aspecto está sometido constantemente al juicio del público, a la opinión de los demás: "qué bajita es", "qué delgadita es", "ha cogido unos kilos", "ese vestido no le favorece". Sí, en el caso de las mujeres, ese juicio no es siempre ni el más justo ni el más benévolo. 

Emma Thompson ha hecho todo un alegato por la autoestima de las mujeres, un alegato que merece que nos lo guardemos en la carpeta de favoritos para ponérnoslo de vez en cuando, cuando mirarnos al espejo sea un ejercicio del que huimos por miedo a no gustarnos lo que vamos a ver.

Estamos acostumbrados a que los cuerpos reales, los de verdad, no se expongan de forma continua en las redes

En su último papel, Thompson tenía una escena en la que tenía que estar efectivamente frente a un espejo, completamente desnuda. Algo que puede parecer muy sencillo pero que puede llegar a ser una tortura. Sobre todo, cuando tu cuerpo ha cambiado y sigue cambiando conforme sigues cumpliendo años. Hacer deporte no cunde como antes, los excesos se quedan contigo mucho más tiempo del que desearías, y hay curvas que empiezan a ser permanentes. Nada fuera de lo normal, todo muy lógico cuando llegas a la menopausia o tras los embarazos. Pero estamos acostumbrados a que los cuerpos reales, los de verdad, no se expongan de forma continua en las redes. Y tampoco en la gran pantalla.

Y eso frustra a muchas mujeres que se sienten vulnerables, que se sienten inseguras y que se ven incapaces de mantenerse un minuto, dos, solas, frente al espejo, sin juzgarse. Simplemente aceptando lo que son. Cuerpos imperfectos pero llenos de vida. Thompson lo decía de una forma muy directa: casi siempre, cuando estamos frente al espejo, no estamos quietas. Nos movemos, buscamos si el perfil mejora la imagen que nos devuelve el espejo, metemos tripa, nos giramos para ver si lo que se ve por detrás es mejorable o no… Y al final, el problema es ese: no estarse quieta, de frente, mirándonos al espejo, sin juzgarnos. Dice Emma Thompson que ese será el gesto más honesto que puedas hacer contigo misma. Aceptarte tal y como eres. Aceptar que lo que ves en el espejo, eres tú, con todas sus imperfecciones, con las carnes más flácidas, más redondeadas, incluso con las cicatrices.

A tu alrededor intentarán convencerte de que eres imperfecta y es una gran mentira

Aprender a mirarnos de otra forma: "Nos han lavado el cerebro para que odiemos nuestro cuerpo toda la vida". Lo dice Thompson y es una gran verdad: cuando eres joven porque no tienes los pechos ni las formas de una mujer. Cuando eres mujer porque has perdido la cintura de avispa de cuando eras joven. Y cuando eres más mayor, porque las arrugas surcan esa piel que hace nada era lisa y tersa. A tu alrededor intentarán convencerte de que eres imperfecta y es una gran mentira: eres perfecta con tus imperfecciones, eres absolutamente maravillosa, única. Tu cuerpo te lo dice cada mañana: te levantas para dar lo mejor de ti misma, tu mejor versión. Y eso ya es un milagro.

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