Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Elecciones de vértigo

El próximo 14 de febrero tendrán lugar las elecciones autonómicas en Cataluña y algunas personas a las que les ha tocado ser miembro de una mesa electoral viven este hecho con miedo e incertidumbre por la pandemia de coronavirus. De hecho, hasta este jueves, 20.579 catalanes han presentado alegaciones para ser eximidos de estar en las mesas, lo que supone una cuarta parte de las 82.251 citaciones.
El próximo 14 de febrero tendrán lugar las elecciones autonómicas en Cataluña.
El próximo 14 de febrero tendrán lugar las elecciones autonómicas en Cataluña y algunas personas a las que les ha tocado ser miembro de una mesa electoral viven este hecho con miedo e incertidumbre por la pandemia de coronavirus. De hecho, hasta este jueves, 20.579 catalanes han presentado alegaciones para ser eximidos de estar en las mesas, lo que supone una cuarta parte de las 82.251 citaciones.

Hay demasiadas incógnitas en la cita hacia el 14-F en Cataluña. Para empezar, el temor de que muchas mesas electorales no puedan constituirse y que la publicación de los resultados se suspenda para evitar que eso condicione las decisiones de aquellos que votarían 48 horas después. Es una situación improbable, pero que lo dice todo sobre el clima de incertidumbre que se respira. Además, es imposible de saber si la abstención será mucha o catastrófica

A favor de la participación hay el voto por correo, que ha batido todos los récords, y que la continua mejora de los datos de la pandemia rebaje el miedo injustificado a votar. El buen o mal tiempo que haga durante la jornada electoral también podría ser determinante. Finalmente, el número de indecisos frente a nueve candidaturas con posibilidades de obtener representación sigue siendo altísimo, de manera que todos los partidos son ahora mismo un manojo de nervios.

El que menos tiene que perder es el PSC porque, aunque no gane, va a mejorar muchísimo el pobre resultado de 2017

Ahora bien, unos se la juegan más que otros. El que menos tiene que perder es el PSC porque, aunque no gane, va a mejorar muchísimo el pobre resultado de 2017 y estará en el pódium de los tres primeros. Si Salvador Illa no es president, le espera una nueva etapa como líder de la oposición. En cambio, los dos partidos que están en el Govern arriesgan mucho. Como ha dicho la candidata de la CUP, Dolors Sabater, las elecciones son un plebiscito dentro del independentismo. 

El más perjudicado en cuanto a las expectativas es ERC. Quedar de nuevo por detrás de Junts sería un fracaso enorme y, como consecuencia, puede hacerle cambiar su estrategia, cuestionar sus liderazgos –empezando por Pere Aragonès– e incluso llevarle a retirar su apoyo al Gobierno de Pedro Sánchez. Y por parte de Junts, si ERC les gana y el moderado PDeCAT obtiene representación, su futuro también se complica, sin olvidar que Laura Borràs podría acabar pronto inhabilitada por corrupción. Su partido es un conglomerado muy contradictorio, unido por el poder y la adoración hacia Carles Puigdemont.

También en la derecha PP y Ciudadanos se la juegan, sobre todo frente a Vox, que probablemente puede acabar superando a los populares e incluso, aunque más difícil, a los naranjas. Sería una pésima noticia, pero la extrema derecha está protagonizando la campaña gracias al boicot violento que sufre por parte del separatismo. 

Si los populares vuelven a quedar los últimos en el Parlament, el liderazgo de Pablo Casado también quedaría en entredicho. El mal resultado tendría mucho más que ver con la indigerible herencia de la corrupción y la cuestionada línea de oposición a nivel nacional que con su candidato en Cataluña, Alejandro Fernández. Así pues, elecciones de vértigo en Barcelona, pero también en la Moncloa y la calle Génova.

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