Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

La energía nuclear regresa

Archivo - Central nuclear de Trillo
Imagen de archivo de la Central nuclear de Trillo.
CSN - Archivo
Archivo - Central nuclear de Trillo

El principal objetivo de la cumbre del clima que estos días se celebra en Glasgow es lograr que todos los países del mundo reduzcan significativamente sus emisiones de manera que en 2050 se alcance el cero neto, y que mientras tanto se empiece a frenar el aumento de la temperatura global para que no supere 1,5º en 2040. Por desgracia la producción mundial prevista a medio plazo de carbón, petróleo y gas, así como los planes de los gobiernos para hacer frente a sus respectivas demandas energéticas, van en la dirección contraria a este objetivo.

No es que haya hipocresía entre lo que se predica y lo que se hace. El problema es que por mucho que apostemos por las renovables, no llegamos a descarbonizar la economía a mediados de este siglo. Ni hay suficientes recursos materiales para que todas las fuentes de energía sean renovables ni podemos depender exclusivamente de estas porque son intermitentes. Cuando no sopla viento, no hace sol o no llueve mucho, no producen energía, y cuando las condiciones meteorológicas son muy favorables, su sobrante por ahora no se puede almacenar.

Tenemos por delante una larga transición energética que ya está teniendo importantes consecuencias socioeconómicas. Para complementar a las renovables y sustituir al carbón, en muchos países de Europa se ha apostado a fondo por el gas. Sin embargo, la crisis energética que estamos sufriendo indica que no ha sido la mejor opción. Su precio está desorbitado por la fuerte demanda mundial y, además, nos hace dependientes de Argelia y Rusia, cuyas injerencias políticas son muy peligrosas. Estamos pagando caro el error de haber querido prescindir de la energía nuclear, que, a diferencia del gas, no emite CO2 y que, desde este punto de vista, es una fuente verde. Pero desde hace décadas se ha cultivado contra las nucleares un miedo exagerado. Tras el accidente de Fukushima (2011), Angela Merkel decidió cerrarlas en Alemania y, a la espera del gas ruso, tuvo que abrir centrales de carbón. Fue desastre para el clima.

En la Unión Europea se debate ahora mismo si reconocer a la energía nuclear como tecnología limpia para que fiscalmente pueda beneficiarse de ayudas, lo cual estimularía una mayor inversión pública y privada. Francia se sitúa a la cabeza de esta demanda y el presidente Macron apuesta por minirreactores, más baratos y rápidos de construir. En 1996, la energía nuclear representaba el 18% de la electricidad en el mundo; hoy, solo el 10%. Este descenso ha perjudicado la lucha contra el cambio climático. Pero, afortunadamente, la nuclear regresa con fuerza en EEUU, China, Japón o Corea del Sur. Ahora hace falta que en Europa también lo haga si de verdad nos tomamos en serio el reto de cero emisiones en 2050.

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