Juan Carlos Blanco Periodista y consultor de comunicación
OPINIÓN

El dedo, la luna y los microchips

Samsung es uno de los principales fabricantes de microprocesadores del mundo.
Imagen de archivo de un microchip.
Pexels
Samsung es uno de los principales fabricantes de microprocesadores del mundo.

En política, la discusión entre lo urgente y lo importante no tarda ni dos minutos en resolverse: gana la distancia corta, el sprint sobre la maratón y el zasca sobre la conversación. Ahora andamos enfrascados en asuntos de una enjundia real como la reforma del mercado de trabajo, el reparto bastante obsceno de los cargos institucionales, la subida aún más obscena del precio de la luz y el comportamiento infinitamente más obsceno de los que repudian la violencia de ETA con la tibieza más irritante. Pero, a veces, ni eso. Nos peleamos hasta por ver si es de día o es de noche. Y tanta hojarasca virulenta de los días nos está impidiendo ver la magnitud de lo que se nos viene por delante.

"Nos hemos quedado mirando el dedo cuando tendríamos que estar fijándonos en la luna de la falta de microchips"

Hoy, nos aprestamos a vivir un general invierno marcado por los problemas en el suministro de la energía que mueve nuestro mundo y de los productos que nos permiten fabricar coches, teléfonos móviles y todo aquello que necesite de un simple microchip. Y, entretanto, nosotros seguimos a lo nuestro. A emular doscientos años después los duelos a garrotazos que pintara Goya y a olvidar qué es en lo que deberíamos estar centrando nuestros esfuerzos.

Mientras esperamos ansiosos el festín de Bruselas, se nos ha olvidado discutir sobre cuál será realmente nuestro modelo de suministro energético, qué posición queremos tener en una sociedad donde se robotizarán gran parte de los empleos o cómo combatiremos el cambio climático que ya está aquí. Y como en tantas otras ocasiones, nos hemos quedado mirando el dedo cuando tendríamos que estar fijándonos en la luna de la falta de microchips y de nuestra escandalosa dependencia energética. Una irresponsabilidad supina que, en nuestro caso, es seña de identidad de nuestro ADN ibérico.

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