Juan Carlos Blanco Periodista y consultor de comunicación
OPINIÓN

Vandalismo 'deluxe'

Un encapuchado aporrea el cristal de una tienda durante los altercados en Barcelona por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasel.
Un encapuchado aporrea el cristal de una tienda durante los altercados en Barcelona por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasel.
Lorena Sopêna i Lòpez - Europa Press
Un encapuchado aporrea el cristal de una tienda durante los altercados en Barcelona por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasel.

Si hay una pose que cansa en ese asalto a los palacios de invierno con el que algunos han respondido a la entrada en prisión del rapero Hasel es la de quienes nos miran desde sus tronos intelectuales para reprocharnos a los demás que no sepamos entender el cansancio, la irritación y la desesperanza que subyacen en las protestas por el encarcelamiento de este presunto protomártir de la democracia.

Disculpen, pero no está la cosa como para comprar marcos mentales averiados. Si quieren ver un ejemplo de cansancio ciudadano y miedo a un futuro incierto, les invito que se den una vuelta por Jaén, por Linares o por cualquier barrio deprimido de los extrarradios de las grandes ciudades españolas. Desesperanza seca y amarga. Y por razones reales.

Lo de estas revueltas es distinto, entre otras razones porque no son revueltas, sino disturbios; y porque no las protagonizan jóvenes que buscan la playa debajo de los adoquines, sino una amalgama en la que los idealistas son minoría y en la que la gran mayoría la compone una pléyade de ladrones, vándalos, gamberros y despistados que dedican sus noches a destrozar el mobiliario urbano, incendiar contenedores, amenazar a periodistas y atacar a la Policía de este presunto Estado fascista que vive en sus mentes.

Si acaso, hay que reconocerles a estos ataques callejeros dos particularidades. La primera es que hay un partido que está en el Gobierno y que se niega a condenar esta violencia. Y la segunda es que estos vándalos han huido del low cost y han terminado centrados en defender su derecho constitucional a saquear las tiendas de Nike, de Versace, de Louis Vuitton y similares, lo cual si algo demuestra es que son cafres de libro, pero con buen gusto. Eso no se les puede negar.

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