OPINIÓN

La guerra, fracaso de la política

Manifestación contra la guerra en Ucrania en Madrid este domingo.
Manifestación contra la guerra en Ucrania en Madrid.
EFE
Manifestación contra la guerra en Ucrania en Madrid este domingo.

La invasión rusa de Ucrania ordenada por Putin es una barbaridad, una prueba más de cómo decisiones individuales pueden poner en riesgo la vida de muchas personas. Pero eso no puede servir de excusa para reaccionar con visceralidad, no pensar con racionalidad y, en definitiva, no ser capaces de escoger las mejores vías para salir del conflicto.

Ante el horror de la guerra, los valores democráticos tienen que ser reforzados. Porque este conflicto es también una batalla de la democracia contra el autoritarismo. Y nuestro lado tiene que ser el de la democracia, el de la multilateralidad y el internacionalismo frente a la ultraderecha fascinada por el autoritarismo y el militarismo. 

Como militar, me siento cada vez más antimilitarista (nada que ver con anti-fuerzas armadas). Y no hay ninguna contradicción en ser militar antimilitarista. Es más, es lo que hay que ser como ciudadano de uniforme y como única alternativa al militarismo (que, muchas veces, insisto, nada tiene que ver con los militares). Ser antimilitarista no es, como quieren –interesadamente- sugerir algunos, estar en contra de los militares, de la misma forma que ser antimachista no significa estar en contra de los hombres. Ser militar no significa creer que las armas deben ser las garantes del imperio de la ley y el orden. Es, al contrario, una militante implicación al servicio de los poderes democráticos que elige la ciudadanía. 

Como militar, me siento cada vez más antimilitarista. Y no hay ninguna contradicción en ser militar antimilitarista

También, y por conocer los horrores de la guerra, me siento, consecuentemente, pacifista. Y ser pacifista nos es fácil en las actuales circunstancias en las que es preciso una actitud fría y objetiva que permita identificar los riesgos realmente preocupantes, independientemente de su impacto emocional, y pensar en soluciones realistas que sean aplicables. 

Vivimos en tiempos en los que apostar por la paz es equiparado a adoptar posturas "infantiles, buenistas". Vivimos en tiempos en los que volvemos a ver cómo algunos sectores civiles (tertulianos de pro, periodistas estrella, líderes políticos…) no relacionados con el mundo castrense contribuyen en gran medida a la militarización de los conflictos y a una manera de hacer política abusando de la estrategia del miedo. En ese ambiente, decir que la entrega de armas a Ucrania -en las actuales circunstancias- no pasa de ser un gesto ineficaz, no es fácil. Pero lo hacemos porque estamos seguros de que lo más probables es que solo sirvan para alimentar y prolongar el conflicto. Y prolongar el conflicto significa un coste tremendo en vidas y pérdidas que no pueden compensarse con los calificativos de "comportamiento heroico" y "ayuda humanitaria" que les podamos lanzar desde nuestras cómodas posiciones muy alejadas de la línea de combate. 

Las armas disparan fuego, y no serán nunca un sistema apagafuegos. Pero es que, además, estamos en un escenario donde existen armas nucleares, y donde el 'exhibicionismo' de la fuerza, por sí sola, se convierte en algo inútil políticamente. Que me perdone Clausewitz, pero la guerra no es "la continuación de la política por otros medios". La guerra es el fracaso de la política. La guerra es la continuación de la "política de unos pocos", los que nunca pierden, que se aprovechan de ella para sus grandes negocios. 

Poner todos los huevos en la cesta de la guerra, es reconocer que todo lo demás ha fallado. La negociación, el diálogo, la diplomacia deben ser las herramientas prioritarias, como la medicina preventiva es siempre mejor que verse obligado a recurrir a la medicina quirúrgica. Ridiculizar estas vías es renunciar a utilizar herramientas que nos pueden salvar de un conflicto en un contexto nuclear. Un conflicto en el que todos perdemos. 

Las guerras son caras, muy caras (tanto en vidas humanas como en recursos económicos) y no comienzan con el primer disparo. Vienen de muy atrás. En este caso, la apresurada ampliación de la OTAN -reconocida por muchos analistas- no solo incumplió acuerdos verbales (entre Gorbachov y el secretario de Estado americano, James Baker), sino que rompió el "principio de indivisibilidad de la seguridad", un principio que establece que la seguridad propia no puede lograrse si los demás, alrededor nuestro, no lo están. 

Más tarde, y en el marco de una aparente tensión creciente con Irán, se construyeron bases antimisiles en Deveslu (Rumania) y Redzikovo (Polonia). Bases que despertaron las suspicacias de Moscú por las distancias entre las capitales de ambos países y Teherán (2.355 km y 3.018 km respectivamente) y los equipos que se iban instalando. Por otra parte, considerar a Vladimir Putin como un descerebrado o como un aventurero, nunca será una buena estrategia. 

Es irresponsable insistir en que Putin va de farol (algo que no parece haber calado en algunos políticos). En el tablero estratégico mundial donde juegan tres actores principales (EEUU, Rusia y China), hay dos fichas rehenes: Ucrania y la UE. Unos rehenes que pueden pagar muy caro el coste del juego en ese tablero. La respuesta 'occidental' (bajo el claro liderazgo estadounidense) ha sido llevar la guerra al aspecto económico mientras Kiev se ocupa del militar. Y la réplica de Putin, calificar a las sanciones económicas como una declaración de guerra. Una clara indicación del daño de las sanciones (mayor, a medida que pase el tiempo), pero también una muestra de la terrible situación de peligro a la que se acerca el conflicto que puede terminar de una manera inimaginable. 

Occidente busca un cambio de régimen mediante las sanciones, y Moscú lo sabe. Pero para Moscú, ese escenario es el de una Rusia arrodillada ante Occidente. Y es un principio básico de la estrategia militar el dejar al oponente una vía (honrosa) de salida, porque es bien sabido que un oponente que se encuentre acorralado luchará con una furia y un valor que ni el mismo sabía que tenía, hasta triunfar o morir. 

Ahora mismo, se trata de salvar vidas (un coste que se incrementa cada día que se prolonga/alimenta el conflicto) y, más pronto que tarde, resolver el problema de la seguridad europea. Las propuestas rusas (diciembre 2021) y las contrapropuestas de EEUU/OTAN (enero 2022) tenían coincidencias que mostraban que había márgenes para una negociación. Una negociación que obliga a repensar alianzas, ancladas en el viejo esquema de Guerra Fría, y a construir relaciones de igual a igual, cooperativas y no competitivas. Step by step. Paso a paso. La guerra hace inviable cualquier otra opción. Es urgente pararla. Es prioritario, no alimentarla. 

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