No es un buen arranque que una ley de Educación nazca con 177 votos sobre 350. Es un punto crucial, sean cuales sean sus contenidos. La manifestación del domingo contra la ley Celaá es consecuencia de esa ajustada mayoría parlamentaria. El texto toca, además, asuntos tan delicados como la educación especial, un modelo que funciona, y nace lastrada por la exigencia independentista de eliminar el castellano como lengua vehicular. Otra vez una ley bumerán, sin vocación de permanencia.