De la violencia desatada en Cataluña tras la sentencia del procés nadie duda. Las imágenes hablan por sí solas. A partir de ahí, del resto se cuestiona casi todo.
En la época de las redes sociales, en la que existe más información que nunca, la desinformación es brutal: noticias falsas, imágenes manipuladas... Bienvenidos al mundo de las fake news.
Ejemplo: un político habla en TV de las protestas en Cataluña, donde, según defiende, los manifestantes llevaban hasta una motosierra y donde un policía resultó herido grave por una brutal agresión. Un joven que escucha atento exclama: ¡Vaya, dos cosas que dice y las dos mentira!
¿Mentira?, pregunto. Sí, ni hubo motosierras y el policía al parecer resultó herido por una pelota de goma lanzada por un compañero, responde.
Nos sumergimos en internet y llegamos a la conclusión de que el agente no resultó herido por fuego amigo, como se viralizó, y, sobre la motosierra requisada, no fuimos capaces de saber de dónde salió.
Susana Griso desmintió un bulo sobre que su programa enmarcaba un homicidio ocurrido en Badalona en las protestas por la sentencia, mientras que El País negó que publicara sobre los disturbios dos portadas distintas, una para Cataluña, como se le acusó.
¿Las fake news influyen en las elecciones? Que se lo pregunten a Trump. ¿Deberían vetarse las noticias falsas? La cuestión está en cómo salvaguardar la libertad de expresión y, al mismo tiempo, no ser destruidos por ella.
Dice Raúl del Pozo, que en las redes sociales se cocina la censura. ¿Hasta qué punto se deben permitir linchamientos en redes? Defendía Bacon que la información es poder. ¿Y la desinformación? El debate está abierto.
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