El país está en vilo con el procés mientras la economía da señales de agotamiento; nuestra reputación internacional desciende; la España vaciada languidece y el hartazgo de la población va in crescendo.
Urge una solución. Como decía Séneca "cuando una parte del todo cae, lo demás no está seguro", lo que es extrapolable a España. En tanto la situación en Cataluña no se restablezca, el país se tambalea. A mayor enfrentamiento en esta autonomía, mayor radicalización en el parlamento español. Como muestra, el 10-N en un país que en el que hasta no hace mucho las elecciones se ganaban en el centro.
Se culpa de la ingobernabilidad a los nuevos partidos –que ya no lo son tanto–, cuando la clave está en los nacionalistas (ahora independentistas), que tradicionalmente apoyaban a los gobiernos y les daban estabilidad a cambio de concesiones.
Ya desde 1979, en las primeras elecciones democráticas, Suárez gobernó con la abstención de CiU. Desde entonces, los convergentes han ido apoyando gobiernos minoritarios, aunque sea absteniéndose, incluido el de Aznar, pese a su mayoría absoluta.
Fue en 2012, cuando la situación se complicó con el procés. A partir de ahí, el país se ha vuelto ingobernable. En cuatro años, hemos asistido a cuatro elecciones sin que, por el momento, hayamos sido capaces de conformar un gobierno estable.
Ya veremos ahora... llevamos tres ejercicios con los presupuestos de Montoro, y vamos camino del cuarto, en un país en el que es imperioso solventar el encaje territorial. El diálogo, entendimiento y respeto de las reglas del juego son la clave, conscientes de que en ocasiones hay que arriesgar la parte por el todo.
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