Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Ayuno de abrazos y besos

Así de emotivo fue este reencuentro en Barajas.
Así de emotivo fue este reencuentro en Barajas.
Jorge Paris
Así de emotivo fue este reencuentro en Barajas.

Cuando todo esto empezó escribía por aquí que cuando volviéramos a vernos, a reencontrarnos, tendríamos que volver a recontarnos, descubrir con dolor quién no superó este primer envite de la enfermedad, quién nos dejó sin poder decirle adiós, sin poder despedirle ni llorarle. 

Me preguntaba a cuántos echaríamos en falta, a quiénes de los habituales en nuestro día a día –el vecino que te cruzas en el portal, el hombre con el que siempre coincides en la panadería, la mujer que se cruza contigo cuando sacas a pasear al perro– echaríamos de menos cuando saliéramos del confinamiento. Y pensaba que sería entonces cuando, tal vez, algunos tomaran conciencia de lo que estaba pasando en aquel momento, de lo que sigue pasando hoy.

Vuelves a los lugares de tu infancia, a esos a los que llevas tiempo sin ir, y es entonces cuando llega el mazazo

Bueno, pues está siendo este verano, cuando he dejado Madrid y he vuelto a mi tierra, cuando ha ocurrido en parte esto que me temía yo en marzo. Vuelves a los lugares de tu infancia, a los sitios a los que siempre vas cuando regresas, a esos a los que llevabas meses sin ir, sin ver. El supermercado de toda la vida, la farmacia a la que has ido siempre o la pizzería a la que acudes tras el largo viaje desde Madrid, en la que te reúnes con tu familia los viernes. 

Y es entonces cuando llega el mazazo: preguntas por Iñigo, el dueño, el que siempre que le llamabas desde el coche para pedirle una mesa te hacía hueco, aunque fuera víspera de puente, de festivo o estuviera lleno hasta la bandera. "Iñigo murió en abril". Y el ‘finde’ que iba a dar pistoletazo de salida a tus vacaciones se vuelve un poco más gris. Piensas en sus hijos –dos niños todavía muy pequeños–, en su mujer, en todos los proyectos que te contaba cuando le veías y confirmas que este virus está dejando demasiados vacíos.

Pero la Covid también ha tenido sus daños "colaterales". Todas esas personas a las que el colapso en los hospitales robó días y meses preciosos para poder atajar su enfermedad, poder sobrevivir a un diagnóstico que llegó en el peor momento. Es el caso de Chicho y de tantos otros. Enfermos que, en circunstancias normales, podrían haber tenido un buen pronóstico pero que, con los hospitales volcados en salvar a los enfermos de coronavirus, vieron cómo sus tratamientos se retrasaban meses, un tiempo precioso para ellos.

Este verano echaremos de menos a demasiada gente y los abrazos que seguimos sin poder dar

Nos hemos empeñado en que este verano fuera casi, casi igual al de siempre. Pero es imposible: el virus se empeña en decirnos tozudamente que sigue aquí, que no se ha ido, que sigue siendo igual de peligroso. Los contagios empiezan a ser preocupantes y la palabra confinamiento vuelve a planear en las conversaciones, no como temor, sino casi como certeza: llegará, lo único que falta saber es cuándo. 

No, este verano no será igual, pero no solo por la Covid. Este verano echaremos de menos a demasiada gente, echaremos de menos los abrazos, esos que seguimos sin poder dar a los que más queremos precisamente porque hemos grabado a fuego protegerles, aunque sea imponiéndonos el ayuno del beso.

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