Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Buscando las ilusiones

Niños deportistas
Niños de un equipo de fútbol.
GTRES
Niños deportistas

Durante una semana ha estado contando los días. "Me quedan 7 días para volver a entrenar", "me quedan 4". El día de antes, pasó a hacer la cuenta atrás en horas: "Me quedan 24 horas para volver a entrenar". Seis meses sin pisar el campo de rugby son muchos meses. Y había ganas, demasiadas. Le veía con la misma ilusión con la que cuenta el tiempo que queda para su cumpleaños o, cuando era más pequeño, los días que quedaban para que llegaran los Reyes Magos. Es la magia, la poca, que nos ha dejado esta pandemia: que las pequeñas cosas, las más rutinarias, se vuelven especiales cuando dejamos de tenerlas. Pero me temía que tanta expectación no fuera a acabar bien.

Llegó el día y llegó la hora. Sus compañeros, esos que ha estado viendo durante estos seis meses por videollamada, por fin estaban con él ahí. Ya no hay que entrenar en el salón, con una esterilla y mirando la pantalla del ordenador. El problema es que nada es como antes. Y con eso no contaba.

Toda la ilusión con la que llevaba esperando ese primer entrenamiento tras el confinamiento y tras las vacaciones se vuelve en decepción cuando comprueba que nada puede ser como antes. Que no puede haber contacto con sus compañeros, que lo de hacer ‘tocata’ tampoco va a estar permitido, que se olvide de los placajes. Y mira que es algo que nuestros hijos se han grabado a fuego estos meses: nada puede ser como antes. La Covid lo ha puesto todo patas arriba y toca adaptarse. Ellos lo hicieron de forma ejemplar durante el estado de alarma. Pero lo del rugby, a mi hijo, le ha colmado el vaso.

El problema es que nada es como antes y con eso no contaba, toca adaptarse

Cuando le recogí el lunes tras el entrenamiento su cara no era la sonrisa de oreja a oreja que me esperaba. Aguantaba como podía el enfado, hasta que se montó en el coche y le pregunté, temiendo la respuesta: "¿Qué tal ha ido?". "Pues mal mamá. ¡Fatal! No hemos podido hacer naaaaaada". "¿Por qué? ¿Alguien se ha puesto enfermo? ¿No estaban preparadas las cuadrículas del campo?". 

Imaginé mil inconvenientes posibles, pero no era eso. Era mucho más simple: era la bofetada de realidad que le traía de nuevo esta pandemia. "Nada es como antes: no podemos hacer ni placajes ni nada". Y toda la resignación que ha ido acumulando durante estos meses se vino abajo en hora y media sobre el césped. 

Podía aguantar todo: clases online interminables, ver poco o nada a los amigos, encerrarse en casa de nuevo por contagio, empezar el curso nuevo online porque estábamos todos confinados, no celebrar su cumpleaños porque el pico de la pandemia estaba en lo peor... ¡todo! Pero su pasión, su ilusión, el rugby, era lo único que pensaba que podía aguantar. 

Me tocó una charla de esas motivadoras de madre, de ver el lado positivo de las cosas. "Hace cuatro meses estabas entrenando en casa por videollamada; hoy al menos has podido estar con tus amigos...", pero no fue suficiente. Y eso es lo que temo, que se le acaben las ilusiones.

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