Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Un gris plomizo

Imagen de Patria, la serie de HBO
Imagen de Patria, la serie de HBO
HBO - Archivo
Imagen de Patria, la serie de HBO

El primer capítulo nos dejó mal sabor de boca. Las imágenes nos empujaron de una forma muy real y dolorosa a nuestra adolescencia y juventud. El color, ese gris cenizo; la lluvia, siempre presente; el silencio, ese silencio que pesaba tanto; el ambiente de esos bares tristones, con la misma música de fondo, abarrotados de gente, siempre con la misma estética. Solo si has vivido y crecido con la amenaza de ETA –con la división presente en tu día a día–, puedes entender la bofetada de realidad que supone la serie Patria.

Había leído el libro, lo devoré en pocos días. Aramburu había conseguido recrear la atmósfera de convivencia que se impuso en aquellos malditos años de una forma magistral. Describía de una forma muy real cómo el drama de ETA destrozó la vida de todos. Y logró imponer un relato sobre quiénes podían apropiarse de una cultura, de un territorio: esto es mío, esta tierra es mía, esta es mi patria. Y solo como la entiendo yo.

El resto no sois de aquí, no pertenecéis a este sitio, no sois auténticos vascos o navarros. «Deberías de irte, molestas», le llega a decir a Bittori el párroco del pueblo cuando decide volver. Molestas, incomodas. Eres de aquí, sí, pero no del todo. Hay otros que, siendo iguales que tú, tienen más derecho a pasear tranquilos por las calles del pueblo, a tomarse un café en el bar del centro. Tienen más derecho a vivir tranquilos.

El miedo se imponía como código de convivencia: lo viví cuando era joven

El miedo se imponía como código de convivencia: lo viví muchas veces cuando era joven. En el instituto, por ejemplo, cuando el grupo de siempre empezaba con sus arengas abertzales, te amenazaban de forma velada si te atrevías a ir a clase el día que decidían hacer huelga por la represión a los presos vascos. En tu grupo de amigas era complicado hablar abiertamente sobre esto, era un tema que evitabas a conciencia.

 Cuando ibas a sus casas y veías pósteres de apoyo a los presos de ETA mezclados con los de Bon Jovi simplemente ignorabas lo uno y lo otro e intentabas construir una convivencia más o menos tranquila. Cada una pensaba de forma distinta, lo sabíamos y eso ya era mucho.

El libro fue magistral y la serie va camino también de no defraudar. Hay imágenes que son tan reales que te desconciertan. Me cuesta describirlo, pero tiene mucho que ver con ese ventanal al que Bittori se asoma. La lluvia. El color. Aquellos años los recuerdo en gris, en un gris plomizo como el que refleja la serie. Me decía una amiga de Pamplona que tras ver el primer capítulo no pudo dejar de llorar.

Tantas y tantas tardes de sábado intentando esquivar esa realidad, intentando vivir una adolescencia lo más normal posible cuando nada en aquellos años se parecía a algo normal. ETA mataba, a sangre fría. Sin justificación. Y el dolor se esparcía por cada calle, por cada casa. Sí, aquellos años no tuvieron una paleta de color, no había azules o rosas, siempre se repetía el mismo, un gris plomizo.

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