Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

El declive del populismo

El primer ministro británico, Boris Johnson, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en Bruselas.
El primer ministro británico, Boris Johnson, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
OLIVIER HOSLET / EFE
El primer ministro británico, Boris Johnson, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en Bruselas.

Con la confirmación oficial ayer de la presidencia de Joe Biden, a Donald Trump ya no le queda más que el berrinche y la ficción de erigirse en el presidente "legítimo" para volver a presentarse en 2024. Su derrota es un alivio para la democracia norteamericana y un duro revés para aliados suyos como Bolsonaro en Brasil, Johnson en el Reino Unido u Orbán en Hungría. No significa que los partidos populistas vayan a desaparecer, pero sí pueden entrar en una fase de declive si, como explica el economista Dani Rodrik, las políticas democráticas saben dar respuesta al miedo y la inseguridad de mucha gente.

La crisis financiera de 2008, junto a un proceso de globalización descontrolado y un cambio tecnológico cada vez más acelerado, crearon las condiciones para el auge populista. En este tiempo hemos visto la gestación del brexit, la explosión del independentismo en Cataluña, la inesperada victoria de Trump, seguida poco después de la llegada al poder de un reaccionario como Bolsonaro en el gigante de América Latina, y también la irrupción de fuerzas ultraderechistas en el conjunto de Europa. Y en España tenemos a Vox, el tercer grupo en el Congreso, no lo olvidemos.

"La UE es nuestro mejor seguro frente a los enemigos del constitucionalismo"

Como escribe otro economista destacado, Emilio Ontiveros en Excesos (Planeta), las consecuencias de tres décadas dominadas por políticas liberalizadoras y desreguladoras han sido desastrosas. El resultado fue el crack de 2008 al que le siguieron unas políticas de austeridad que crearon más desigualdad y dejaron a los servicios públicos tiritando. Por fortuna no vamos a repetir los errores del pasado. Porque cuando estalla una crisis sanitaria mundial como ahora, que hunde la economía, se demuestra cuán importante es el papel de los Estados. Sin el dinero público hoy no tendríamos vacunas en tiempo récord, por ejemplo. Todo ello obliga a repensar el papel de los mercados, a los que no se puede dejar solos, y del propio capitalismo. Es suicida para la democracia permitir que las multinacionales evadan el 40% de sus beneficios a paraísos fiscales.

Esta vez la Unión Europea ha apostado por la solidaridad y el gasto público, a diferencia de en 2008. Tenemos que lograr que la sociedad que surja de esta crisis sea mejor. También las empresas deben responsabilizarse con los objetivos sociales y medioambientales. La buena noticia es que el proyecto europeo, que estaba en la cuerda floja, se enfrentaba a las consecuencias del brexit y a la ola populista, sale reforzado de la pandemia. El fondo de recuperación económica de 750.000 millones, de los que España recibirá 140.000, es una gran oportunidad para que nuestro país no se quede descolgado. La UE es nuestro mejor seguro, también frente a los enemigos del constitucionalismo, los populistas.

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