Hace unos años, por la época en que Podemos entraba en nuestras vidas, coincidí en un debate con un juez llamado Elpidio que era uno de los propagadores de la idea, hoy rescatada por Pablo Iglesias, de que la democracia española es imperfecta, la Transición se hizo en los despachos y debemos superar "el régimen del 78". 

Cuando usó esa expresión, muy grata entonces para algunos dirigentes de Podemos, le recordé que ese régimen se llama democracia, que en España tenemos una de las más progresistas de la Tierra gracias a que millones de personas contribuyeron a su construcción desde la calle, y le pedí que me dijera "once democracias más avanzadas que la nuestra".

El bueno del juez empezó entonces a enumerar países. Cuando llevaba cuatro o cinco –empezó por Escandinavia– le hice notar su predilección por las monarquías y cuando citó a Estados Unidos fueron otros miembros de la mesa quienes le dijeron que ni hablar, que por ahí no. 

Total, que ni llegó a decir once democracias más avanzadas que la española ni pudo derrotar a la evidencia, que no se basa en informes académicos sino en la memoria y en la observación directa... lo que cualquiera puede advertir cuando viaja por ahí o cuando recuerda la participación de antifranquistas en la construcción de nuestro sistema de convivencia.

Repasando la historia y viajando adviertes enseguida que en una democracia quienes incumplen la ley, emanada de un parlamento soberano, deben rendir cuentas a la Justicia. Otra cosa es que esas leyes sean mejorables –para garantizar la libertad de expresión y suprimir delitos decimonónicos, por ejemplo–, pero para eso están ustedes, señor Iglesias, para mejorarlas. 

Como dirían los clásicos, menos samba y más trabajar.