OPINIÓN

Semejanzas

Exposición Semejanzas.
Exposición Semejanzas.
HERALDO DE ARAGÓN
Exposición Semejanzas.

Pepe Cerdá preparaba la exposición que desde el pasado 18 de febrero exhibe en el Museo Goya de Zaragoza cuando sobrevino la pandemia. Desde su confinamiento de Villamayor, en pleno proceso creativo de Semejanzas y cuando aún no tenía ni título, pensó que, ante lo que estaba ocurriendo, quería hacer su propio reconocimiento a los profesionales que, a lo largo de la negra primavera pasada, estaban defendiendo nuestras vidas en primera línea. 

Inspirado por sus colegas británicos, ofreció en su muy leído Facebook pintar a quienes nos cuidan en tiempos tan difíciles. Así empezó la serie de retratos de sanitarios y de otros profesionales esenciales que hoy se muestran en el museo, junto a la belleza de sus paisajes, y que invoca con los versos de la silva quevediana “El pincel”. “Animar lo hermoso, dar a lo mórbido sentido con las manchas distantes, que son verdad en él, no semejantes…”

Aunque la pintura hable a través de sus pinceles, Pepe Cerdá ha tenido la generosidad de dejarme acompañarle en su homenaje y permitirme recoger el testimonio de los 14 médicos y enfermeros retratados y dejarlos escritos junto a sus cuadros. En las conversaciones he vivido su vocación, el miedo, la incertidumbre, la omnipresencia de la muerte,… tantos sentimientos que comparten con los colegas que en espíritu también están en esta exposición y a quien, después de este año que ha sacudido nuestras vidas, no podemos dejar de dar las gracias.

Porque, cuando se cumple un año del estallido de la pandemia en España y de la declaración de Estado de alarma, las cifras acumuladas nos dejan un vértigo infinito.

Un año en el que oficialmente han muerto 70.000 personas, muchas de ellas en soledad y asidas, en el momento del adiós, de la mano de un profesional que, durante días, semanas o meses, fueron su familia.

Un año en el que la soberbia de la vida contemporánea ha chocado con las limitaciones y las contradicciones de nuestro mundo de todo a cien.

Un año en el que España ha constatado que tenemos un sistema de residencias de ancianos deficiente, como traducen esas 30.000 personas fallecidas en geriátricos, 1.300 de ellas en Aragón. Unas deficiencias que no queríamos ver pero que, con los niveles de dependencia que teníamos, ha evidenciado que el coste por plaza es mayor del que estamos dispuestos a pagar.

Un año en el que ni las muertes han evitado la pelea política de bajo vuelo, cuando ha quedado patente la ausencia de soluciones mágicas en ningún país, independientemente de la orientación ideológica. Acaso, las medidas han funcionado mejor en los autoritarios… Respecto a los políticos más cercanos a la gestión, poca broma: como hemos visto en Aragón, han sufrido lo suyo… hasta la enfermedad.

Un año también con grandes minusvalías económicas, como acabamos de ver esta semana, con el paro superando de nuevo los 4 millones de desempleados y, en Aragón, un 30% más que en el febrero de 2020.

Un año en el que hemos cambiado costumbres, refugiados en casa y avanzado en digitalización hasta provocar una nueva crisis: la carencia de chips. Disparada la demanda de pantallas y dispositivos para trabajar o entretenernos en casa, o incidir en el mercado de las nuevas monedas desde la granjas de tablets, no llegan a la industria, como estamos viendo en la paralización de la fabricación de coches.

Pero un año, pese a todo, para la esperanza. Como escribió Camus en su premonitoria novela La peste a través de su alter ego, el doctor Rieux, “hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio”. Lo hemos visto en los sanitarios de los retratos de Pepe Cerdá y todos los trabajadores esenciales a los que representan. 

En los investigadores que han intensificado su dedicación para lograr vacunas en tiempo récord. En los profesionales de todo tipo que han discurrido en sus ámbitos para dar respuestas a los problemas que han ido surgiendo. Y, aunque no falten los irresponsables y los erráticos, en el comportamiento ejemplar de millones de personas, pese a sufrir la pérdida de libertades y de economías… Como en las pinturas de Cerdá, “que son verdad en él, no semejantes”

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