Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Sobre Blanca Fernández Ochoa

Blanca Fernández Ochoa besa la medalla de bronce olímpica en Albertville'92´.
Blanca Fernández Ochoa besa la medalla de bronce olímpica en Albertville'92´.
COE - Archivo
Blanca Fernández Ochoa besa la medalla de bronce olímpica en Albertville'92´.

Ponerte delante de una cámara y exponer tu vida, tu sufrimiento, tu dolor, no es fácil. Aplaudo la valentía de quienes deciden contar de una forma tan abierta su realidad, muchas veces, muy alejada de la imagen que el público tiene sobre ellos. Hay cientos de ejemplos, pero hoy me quedo con dos.

Estos días se habla mucho de un documental, el de Rocío Carrasco. La hija de Rocío Jurado cuenta, por capítulos, una vida de maltratos, vejaciones, traiciones y separaciones dolorosas. Un documental que está llenando minutos y minutos de televisión, de programas y tertulias. Y en el que decide desnudar su vida, de una forma desgarradora.

"Blanca sufría y nadie lo sabía. Ni siquiera ella. El diagnóstico de su enfermedad llegó tras su primer intento de suicidio"

Sin tanto ruido mediático, sin tanta repercusión ni publicidad, se ha estrenado también estos días el documental sobre Blanca Fernández Ochoa. Cuando están a punto de cumplirse dos años de su muerte, sus hermanos han reunido las fuerzas para contar, frente a la cámara, cómo era realmente Blanca, cómo vivió sus últimos años, cómo lidió con una enfermedad tan cabrona como la bipolaridad.

No es fácil recordar cuando los recuerdos no siempre son idílicos. La infancia de los Fernández Ochoa se deslizó entre pistas de esquí, internados, muchas horas de entrenamiento y el anhelo, el sueño, no tanto propio como ajeno, de lograr medallas. Su destino no fue elegido: ser campeones era lo que se esperaba de ellos. Y aquellos años marcaron a Blanca.

En el documental hablan sus hermanos, sus hijos y quienes mejor la conocieron cuando Blanca era simplemente la deportista, Olga Viza y Matías Prats. Blanca sufría y nadie lo sabía. Ni siquiera ella. El diagnóstico de su enfermedad solo llegó tras su primer intento de suicidio. Cuando Blanca ya hacía mucho tiempo que había colgado los esquís y había intentado una y otra vez tener una vida normal.

"Ha recibido 19 homenajes. Ni uno solo cuando estuvo viva"

Blanca tenía altibajos, cuentan sus hermanos: unos días estaba eufórica, feliz, y al siguiente caía en una depresión, se recluía, estaba triste. Arriba y abajo. Blanco y negro. Así era su día a día. Sin que nadie entendiera por qué. Hasta que llegó el diagnóstico, pero eso tampoco ayudó. Blanca sufría. Muchos, quienes la empujaron a ser una campeona en la nieve, la olvidaron. Ni un solo homenaje cuando dejó el deporte, ni un solo reconocimiento. Nada. Podía haber sido embajadora, mentora de todos esos niños y niñas que quisieron imitarla, que se pusieron los esquís porque la vieron deslizarse por aquellas pistas.

Un año después de su muerte, su hermana Lola cuenta que ha recibido 19 homenajes. 19. Ni uno solo cuando estuvo viva, y 19 cuando ha muerto. Algo debemos de estar haciendo mal para que esto pase, dice Olga Viza en ese documental. Y no le falta razón. Algo debe de estar fallando para que nadie hable de esto en tertulias y periódicos. Blanca era luz. Un foco enorme que podía haber iluminado a muchos deportistas, haber ayudado a quien, como ella, se sintiera solo y agotado de tanta presión. Pero nadie la dejó iluminar como se merecía.

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