Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

El extraño caso de Madrid

la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (d), se reúne con la portavoz de Vox en la Asamblea de Madrid, Rocío Monasterio, para tratar sobre la estrategia de vuelta al colegio en la Comunidad de Madrid, en la Real Casa de Correos, en Madr
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso con la candidata de Vox a la Asamblea de Madrid, Rocío Monasterio.
OSCAR DEL POZO
la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (d), se reúne con la portavoz de Vox en la Asamblea de Madrid, Rocío Monasterio, para tratar sobre la estrategia de vuelta al colegio en la Comunidad de Madrid, en la Real Casa de Correos, en Madr

Las elecciones para la Comunidad de Madrid son un caso realmente único en España y también en Europa. Una convocatoria anticipada por el cálculo de Isabel Díaz Ayuso, que no tenía ninguna evidencia de que Ciudadanos fuera a cambiar de caballo a mitad de legislatura. La moción en Murcia fue la excusa perfecta que la torpeza del partido naranja sirvió en bandeja a la presidenta madrileña, que supo ver la debilidad de todos sus rivales. Unas elecciones con aire de plebiscito sobre la política de mínimas restricciones que, bajo la bandera de la "libertad", ha adoptado la lideresa del PP.

No hay otro caso en Europa en que la pandemia, que todos los gobiernos han gestionado a tientas y tropezones, sea el eje movilizador del voto. Ni en Galicia ni en el País Vasco ni en Cataluña fue así. La complejidad de la crisis sanitaria, pese al enorme sufrimiento que ha ocasionado, no ha empujado a la ciudadanía a castigar a los responsables políticos ni tampoco a premiarlos en exceso. En Holanda, por ejemplo, el liberal Mark Rutte mejoró algo en las urnas, pero su cuarto mandato será igual de complicado que antes.

"La estrategia de Ayuso le puede ir tan bien que hasta Vox se quede sin representación y sume más la izquierda"

En Madrid en cambio la victoria de Ayuso puede ser arrolladora porque ha jugado a confrontarse con el Gobierno de Pedro Sánchez a base de declaraciones demagogas y decisiones controvertidas, con las que ha logrado unificar al electorado que en las anteriores elecciones se había dispersado entre Cs y Vox. Con un discurso duro le va a pegar un buen mordisco al partido de Santiago Abascal y puede enterrar a la formación de Inés Arrimadas, que ha caído en tierra de nadie. El PP volverá a ser en Madrid el partido que aglutine el espacio que va desde la derecha tradicional hasta el centro liberal. Sin duda, toda una proeza en tiempos de fragmentación.

Por su parte, el PSOE de Ángel Gabilondo, que había ganado las anteriores elecciones, es víctima de no haber hecho oposición y despreciado el ‘fenómeno Ayuso’. Por temperamento, rehuyó el combate personal con la presidenta, mientras desde la Moncloa negociaban su nombramiento como nuevo Defensor del Pueblo, un cargo que nunca le llegó por la estrategia de bloqueo institucional de Pablo Casado. Y ahora es Gabilondo quien puede quedarse fuera de juego en campaña.

La estrategia de Ayuso de convertir las elecciones en un plebiscito sobre la "libertad" frente a las restricciones le puede ir tan bien que hasta Vox se quede sin representación y sumen más las tres fuerzas de izquierda. Hay mucho optimismo en la derecha por unas expectativas altísimas a dos semanas del 4-M y una lectura en clave nacional de castigo a Sánchez y a Podemos. Pero la euforia de la ‘ayusomanía’ es también un anestésico que no permite incluir el fracaso como escenario posible.

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