"Nunca pensé que iba a vivir una situación como esta. He sufrido una guerra civil y una mundial, he vivido muchos cambios históricos, algunos muy traumáticos, pero nunca podía imaginar algo parecido a la pandemia".

Jesús Gurriarán, mi tío, a quien su mujer y amigos llaman con un coloquial y juvenil Gurri, puede engañar en la edad (no aparenta los 91 que le caerán en octubre) pero no en la experiencia. Su potente memoria le permite viajar por la infancia gallega de los turbulentos años 30, la España negra de los 40 y los terremotos políticos de países como el Congo, Chile, Nicaragua o Panamá.

Vivió de cerca los sueños revolucionarios y las pesadillas dictatoriales de América Latina, el florecimiento de los claveles en Portugal, la llegada al poder de Mitterrand en Francia, la de Felipe González en España... experto en Educación de la Unesco, con una formación política tan grande como su curiosidad intelectual, su carrera empezó en África y ha transcurrido entre Europa y América, buscando siempre soluciones como analista, programador o relator, a toda suerte de conflictos. Ninguno le parece comparable al actual, que no es conflicto entre potencias o bloques, sino entre la Humanidad y un enemigo exterior.

"El mundo, que aún está aplicando las enseñanzas de la Segunda Guerra, debe estudiar y aplicar la lección de este nuevo desafío", dice. Superada la primera prueba, el hallazgo de una vacuna eficaz, viene ahora la prueba decisiva: "Confirmada la trascendencia del desarrollo científico, toca avanzar en el desarrollo de la sanidad pública en una sociedad que por fuerza -e incluso por egoísmo, porque no todo el mundo es solidario- debe dar soluciones globales a los problemas globales".