Joan Ferran Historiador y articulista
OPINIÓN

Tristes mercadillos

Policía portuaria con material para la venta ambulante intervenido en Barcelona.
Policía portuaria con material para la venta ambulante intervenido en Barcelona.
ACN
Policía portuaria con material para la venta ambulante intervenido en Barcelona.

Hace algún tiempo, junto a las obras de la plaza de las Glorias, un nutrido grupo de improvisados vendedores ambulantes, ofrecía a los viandantes productos abandonados o rescatados de los contenedores de basura. Seamos sinceros, también había expuestos al público otros de dudosa procedencia. 

Alguien bautizó aquel trajín comercial como el ‘mercadillo de la miseria’. En él se vendían juguetes, zapatos, ropa, multitud de objetos y desechos hijos de la opulencia o del hastío de sus viejos propietarios. La presión policial desmanteló aquel improvisado zoco pero no acabó con él, lo convirtió simplemente en trashumante. 

Hoy, el denominado ‘mercadillo de la miseria’ aflora en lugares emblemáticos del Área Metropolitana. En la ciudad de Barcelona, por ejemplo, emerge en la Ronda de Sant Antoni o en la Plaza Real. Depositadas sobre las mantas, un laberinto de baratijas salpica la calzada e impide el libre ir y venir de los vecinos. La estampa es patética, y lamentable la imagen sucia y desordenada que ofrece la ciudad.

Son múltiples y diversos los problemas urbanísticos y sociales que han de abordar nuestros mandamases municipales; cierto, pero deviene nefasto para la convivencia que se instale en la ciudadanía la sensación de que la autoridad y el orden brillan por su ausencia. Algunos de esos que critican con afán el sistema de libre mercado podrían preocuparse, también, por la proliferación de estos mercadillos marginales. Urge volver a gobernar, con solvencia, lo cotidiano.

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