La vuelta al cole nunca me ha gustado especialmente, ni siquiera el privilegio de estrenar estuche o mochila o reencontrarse con las compañeras y compañeros era un consuelo después de un verano idílico alejada de la realidad. La vuelta al cole te recuerda la rutina, la costumbre de eso que llamamos vida, es una bofetada de la realidad que esquivas y que te azota fuerte en toda la cara dejándote un picor durante días. 

Una vuelta al cole que es un triunfo para muchas niñas afganas. La última vez que los talibán estuvieron en el poder, en 2001, solo un 12% de las niñas en edad escolar primaria recibían algún tipo de educación, para llegar al 50% en 2015, según datos del centro de investigación Center for Global Development.

Hoy día, y a pesar de las afirmaciones talibanas, se predice una enorme caída de la asistencia en escuelas mixtas y solo el 16 % son escuelas para niñas. Una vuelta al cole con pérdida de derechos también para las mujeres en Texas. Una ley antiaborto, que es una trampa constitucional y que pone en peligro un derecho luchado y alcanzado en ese país hace ya muchos años. Una vuelta al cole marcada, y digo marcada a cúter, por una agresión homófoba, una más este año, esta vez en el centro de Madrid y a plena luz del día. Según el Ministerio del Interior, en los seis primeros meses del año, Policía y Guardia Civil han recibido 610 denuncias por delitos de odio, un 9,3% más que el año pasado.

Una vuelta al cole, que por todo esto, es más una vuelta al pasado, el más rancio, estrecho, cruel y retrógrado que existe

Una vuelta al cole, que por todo esto, es más una vuelta al pasado, el más rancio, estrecho, cruel y retrógrado que existe. Entenderán que, por muchas vacunas que se hayan puesto ya en las aulas, este año no tenga ganas ni de volver a clase ni de salir a jugar al recreo.