OPINIÓN

Silencio ante la guerra

Un militar patrulla junto a una barricada en la ciudad ucraniana de Odesa, el 15 de marzo de 2022.
Un soldado ucraniano en Odesa.
EFE
Un militar patrulla junto a una barricada en la ciudad ucraniana de Odesa, el 15 de marzo de 2022.

Llevamos tres semanas de guerra. Tres semanas de destrucción y muerte por la decisión de un sátrapa de nuestro tiempo, que ha lanzado su zarpazo sobre su estado vecino cuando ha creído que las condiciones le resultaban favorables.

Afortunadamente, a Putin no le está resultando tan fácil. Enfrente se ha encontrado a un pueblo, el ucraniano, que se niega a renunciar a su democracia liberal y su modo de vida mucho más equilibrado que el que ofrece la Rusia de Putin. También se ha encontrado con una Unión Europea que se ha creído por fin que es más que un mercado y ha respondido con sanciones económicas hasta ahora desconocidas, e incluso enviado armas. Más compleja es la reacción de la OTAN, sabedora de que un paso de más tiene riesgos inasumibles.

Pero si en algo Occidente ha estado escaso ha sido en la reacción de la gente. Todos tenemos en la memoria las masivas manifestaciones con las que se rechazó la guerra de Irak. Una actitud que ahora se ha quedado en casa.

"Un clamor ciudadano, fuerte y masivo, es tan necesario como las armas o la solidaridad"

Los europeos estamos dando grandes muestras de solidaridad acogiendo a los miles de ucranianos que han tenido que dejar sus casas, separarse de los suyos, cesar en sus actividades cotidianas; en definitiva, perder sus vidas. En cambio, no hemos tenido la misma determinación para salir a las calles, al menos cada semana, sino cada tarde, para mostrar el rechazo de occidente a una invasión que está destrozando un país y la vida de millones de personas. Ucranianos que, pese a los recelos iniciales de los demás europeos, de si merecía o no la pena enfrentarse a la muy superior maquinaria de guerra de Putin, no han dudado en resistir y presentar batalla, desde la convicción de que defienden un modelo de sociedad, que es la nuestra, a la que no quieren renunciar.

Que los ciudadanos de a pie no hayamos tenido esa determinación, cuando solo se trata de acompañarles con nuestras voces, quedará en nuestro debe. Más aún en el de los partidos de izquierda, que no han sido capaces de entender que esta guerra va contra todos nosotros y que un clamor ciudadano, fuerte y masivo, es tan necesario como las armas o la solidaridad. 

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