Llegamos a este día de marzo sin que los españoles hayan sido aliviados por su Gobierno de los altísimos costes de la energía. Moncloa lleva semanas pidiendo paciencia y animando a los ciudadanos a que esperen hasta el Consejo de Ministros del próximo martes, cuando se supone que aparecerá el maná que la Unión Europea debería –según Pedro Sánchez– aprobar en la cumbre de los 27 países comunitarios que se celebra entre hoy y mañana. Así sea.
El autodenominado "Gobierno más progresista de la historia de España" ha visto crecer las protestas populares, a pesar de que los partidos que conforman la coalición se consideraban a sí mismos como los "dueños de la calle". El malestar es lógico, dadas las circunstancias económicas derivadas de la pandemia y de la invasión de Ucrania. Y la experiencia de décadas nos dice que si quien gobernara ahora fuera la derecha, llevaríamos meses de manifestaciones multitudinarias. Es la tradición. De la misma manera, cuando Estados Unidos bombardeaba de forma inmisericorde las ciudades de Irak, varios millones de personas fueron convocadas para protestar y aún se está a la espera de que esos mismos convocantes promuevan una manifestación similar contra los inmisericordes bombardeos rusos sobre ciudades de Ucrania.
"Pretender que son de ultraderecha todos los que han protestado estos días, es conceder a la ultraderecha una capacidad de movilización de la que carece"
Lo llamativo ahora es el método de respuesta política a las demandas populares, y la extraordinaria galbana con que se las ha tomado Moncloa, como si no hubiera prisa. Y pretender que son de ultraderecha todos los que han protestado estos días, es conceder a la ultraderecha una capacidad de movilización de la que felizmente carece. Se ha extendido en demasía ese recurso facilón de acusar de fascista a cualquiera que no muestre el debido entusiasmo con la gestión del Gobierno. Y ese soniquete, que antes resultaba insultante, ahora solo provoca risotadas. Ha dejado de funcionar.
Mientras los partidos que conforman la coalición buscan nuevos estribillos que atribuir a los menos apasionados con su labor, los españoles esperan que les arreglen sus problemas porque ven que otros gobiernos europeos ya han bajado de un plumazo el precio de los combustibles.
El presidente del Gobierno tiene razón cuando pide que la Unión Europea dé una respuesta conjunta a un problema que afecta a todos. Es necesario que así sea en cualquier asunto, como hemos comprobado con la invasión de Ucrania. Y así lo debaten ciudadanos comunitarios en la Conferencia sobre el Futuro de Europa. Pero nada impedía a Sánchez adelantarse a adoptar algunas medidas paliativas, mientras la UE se pone –o no– de acuerdo. Cuando el día 29 se tomen medidas, varios millones de españoles habrán perdido ya un dinero que no van a recuperar.
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