Lo último que escribió Jorge Luis Borges en su vida fue un breve librito de poemas, Los conjurados, que se publicó en España en 1985. El último de esos poemas (es decir, lo último que dictó Borges, ya ciego) se llama igual que el libro y, en síntesis, dice así:

“En el centro de Europa están conspirando (…) Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas. Han tomado la extraña resolución de ser razonables. Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades (…) Mañana serán todo el planeta. Acaso lo que digo no es verdadero; ojalá sea profético”.

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Lo fue. Hoy, 37 años después de aquel poema, son miles, decenas, cientos de miles los "conjurados" que han decidido poner sus manos en la tarea de construir un futuro mejor, o al menos habitable, para Europa. Llevan meses reuniéndose para hablar, proponer, debatir, acordar. En el centro, en el norte y en el sur de Europa, como imaginaba Borges. Gracias a tecnologías que el inmenso escritor argentino no podía ni imaginar, hoy se ven y se oyen a miles de kilómetros. Y dialogan, imaginan, sueñan. Supongo que eso también. Es la Cofoe, la Conferencia sobre el Futuro de Europa, con la que este diario está directa y venturosamente comprometido.

Se crearon hace meses muchas plataformas para estudiar diversos temas: salud, migración, valores, derechos y deberes, cambio climático, economía y empleo, transformación digital y muchas más. Eso en decenas de países. Colaboraron, ya digo, miles y miles de personas.

En estos últimos días, en el enorme salón del Parlamento de Estrasburgo, se han reunido los nueve grupos de trabajo para comenzar a pulir sus propuestas finales. Aún podemos participar todos, como hemos venido haciendo desde el año pasado. Esas propuestas tendrán que tomar forma consolidada entre el 8 y el 9 de abril, y el informe final (es decir, la condensación de lo que cientos de miles personas pensamos y hemos aportado) se entregará a los presidentes de las instituciones europeas el día 9 de mayo, de nuevo en Estrasburgo. Es imposible que los políticos, sean quienes sean, ignoren o ninguneen con una sonrisa el resultado final del más prodigiosos y gigantesco ejercicio de democracia participativa que ha conocido Europa en muchas décadas.

Pero hay una pregunta. Cuando los "conjurados" borgianos de toda Europa comenzaron a trabajar por el futuro, el continente estaba en paz. Luego un desalmado, ebrio de su propia forma de manipular la historia, indiferente a la realidad, armó una guerra indecente que quizá cambie muchas cosas. Ahora, en estos momentos, esa guerra parece amansarse por puro cansancio, pero nada es seguro aún: ni siquiera que ese futuro exista, porque todos, todo puede ser aún aniquilado para siempre.

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¿Hablará la Cofoe de esto? ¿Habrán sido capaces de incluir este espanto en los debates? ¿Habrán querido ocuparse de ello, al menos? ¿O habrán preferido continuar con su trabajo sin hacer caso del tronar de los cañones, como si la guerra de Ucrania fuese uno de tantos errores humanos como han empedrado la historia, un inconveniente, una tormenta pasajera que no alterará ni el rumbo del camino ni la voluntad de los caminantes, que somos todos?

Yo creo que esto último es lo que habría preferido Borges. El proyecto para el futuro de un continente, en realidad de todo el mundo, no se altera con lo que pasa hoy o con lo que dijeron ayer los periódicos. El esfuerzo de seguir dibujando qué Europa tendrán nuestros hijos y nuestros nietos, por encima de este terremoto pasajero que no puede durar, es una prueba de grandeza y de sabiduría.

Los "conjurados" de la Cofoe están concluyendo ya su trabajo. Esperemos los resultados finales, porque seguramente será uno de los momentos más venturosos que haya vivido nuestra generación.