Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Cancelar a los cómicos viejos: la tragedia de nuestra propia risa

Josema Yuste y Millán Salcedo disfrazados de mujer en uno de sus especiales de Martes y Trece.
Josema Yuste y Millán Salcedo parodiando a Isabel Pantoja y Encarna Sánchez
RTVE
Josema Yuste y Millán Salcedo disfrazados de mujer en uno de sus especiales de Martes y Trece.

Ponemos el grito en el cielo por chistes de antes. Incluso nos atrevemos a cancelar a maestros de la comedia de antaño. Nos remueve ver de qué y cómo se reían. E intentamos ser justicieros de una realidad que no es la de hoy. Pero es ventajista derribar con los gafas del ahora una sociedad de ayer. Los humoristas no son verdugos, probablemente son víctimas de su época.

Lo útil a la hora de desmontar los chistes que provocaban estruendos de risa a través de clichés machistas, homófobos, racistas y hasta contra las personas con discapacidad es analizar sus contextos. Es la manera de comprender mejor cómo somos porque sabremos, sin eufemismos, del lugar del que venimos. Para que la historia no se repita. Porque aún hoy se sigue repitiendo. Pero es más fácil reconocer lo tóxico en el pasado que en el presente.

Antes de cancelar a los cómicos viejos lo justo sería plantear que todos venimos de ahí. Aunque no todos nos hayamos reído de un chiste de 'mariquitas' ni todos hayamos hecho burla por la raza de una persona. Pero, como sociedad, todos venimos de ese lugar donde uno se sentía mejor riéndose del que no cumplía los cánones que la 'civilización de bien' promovía. El resto, eran monstruos de los que pitorrearse para sentirse superior. Sin embargo, la velocidad con la que se consumen en la actualidad las redes sociales facilita una simplificación que olvida que la crítica sin argumentos no sirve de nada. No vale con enrabiarse con un vacío "uff, qué horror, cómo se permitía aquel humor". Al contrario, esto sólo nos polariza como sociedad posicionada en trincheras que no se comprenden entre sí. Porque ni siquiera intentan humanizarse conociéndose. Todo es blanco o negro, cuando vivimos en escalas de colores. Como consecuencia, los prejuicios preconcebidos, de unos y otros, ganan a la compleja realidad. 

Si vemos fuera de su contexto una ironía de Miguel Gila que sea sospechosa de promover algún estigma social: listo, cancelamos a Miguel Gila. Sin pararnos a pensar en el matiz de la suspicacia del momento en que creó tal sketch. De hecho, Gila ya decía en los años setenta que no quería reírse de las minorías. Vivir en primera línea la guerra y sufrir la posguerra le había enseñado a no mofarse del diferente. Rechazaba la burla para intentar plasmar con su surrealismo las causas de las mofas. Intentaba entender, no ridiculizar desde la ignorancia. Pero, por supuesto, también se pueden sacar de contexto sus chistes, claro. Es lo fácil. Aunque él ya entendiera en el siglo XX que la buena y sana comedia suele ser de abajo a arriba, del frágil al poderoso. Y no al revés.

Gajes de la época de la indignación que vivimos. Un tiempo en el que consumimos tan rápido hasta lo que nos ofende que, a menudo, primero se ataca y luego piensa. Dejemos la intensidad y optemos por el espíritu crítico que intenta comprender el trasfondo del problema: ahora ya sabemos, o deberíamos saber, que hay que diferenciar entre humor y burla. No es cuestión de tener "piel fina" cuando hay un chiste que te sacude emocionalmente: existe un tipo de gags que dejan de ser parodia porque esconden una estigmatización social: la del diferente, la del 'rarito', la del sufrimiento, la de la opresión, la del vulnerable...

Y así, desde la carcajada, se legitima una trágica realidad contra las personas que quieren vivir su vida en igualdad, sin esconderse, sin que las rehúyan. Sin que nadie se mofe de cómo eres desde ningún desdén moral. Y lo terrible es darnos cuenta, todos, de que llevamos años y años riéndonos de ello como si nada.  

Borja Terán
Periodista

Licenciado en Periodismo. Máster en Realización y Diseño de Formatos y Programas de Televisión por el Instituto RTVE. Su trayectoria ha crecido en la divulgación y la reflexión sobre la cultura audiovisual como retrato de la sociedad en los diarios 20 minutos, La Información y Cinemanía y en programas de radio como ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero y 'Gente Despierta' de RNE. También ha trabajado en ‘La hora de La 1' y 'Culturas 2' de TVE, entre otros. Colabora con diferentes universidades y es autor del libro 'Tele: los 99 ingredientes de la televisión que deja huella'.

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