Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Shanghái, al límite

Un empleado de mantenimiento monta en bicicleta en una comunidad residencial bajo confinamiento por el covid-19 en Shanghái, China, el 11 de abril de 2022.
Un empleado de mantenimiento monta en bicicleta en una comunidad residencial bajo confinamiento por el covid-19 en Shanghái, China, el 11 de abril de 2022.
EFE
Un empleado de mantenimiento monta en bicicleta en una comunidad residencial bajo confinamiento por el covid-19 en Shanghái, China, el 11 de abril de 2022.

Lo de Shanghái empieza a ser preocupante. La ciudad lleva más de 12 días completamente cerrada, con todos sus habitantes sin poder salir de sus casas. Y su confinamiento no es como recordamos el nuestro. Ellos están literalmente encerrados. No pueden salir excepto cuando llegan los servicios sanitarios a hacer las pruebas masivas a todo el bloque de vecinos. Es el único momento en el que pueden pisar la calle, el resto, encerrados. Y vigilados para que así sea.

El confinamiento es estricto. No hay tiendas abiertas, no hay servicios de entregas online disponibles, y empieza a escasear la comida. Y aquí es donde se están viendo las grietas de un sistema de control de la pandemia un tanto surrealista. Con este virus hemos comprobado que es imposible tener a una población de 26 millones de habitantes, son los que tiene Shanghái, con cero casos. Imposible. El virus no desaparece, lo sabemos muy bien, sigue ahí, y seguirá ahí cuando termine el confinamiento salvaje de esa ciudad y de tantas otras. El virus seguirá contagiando, encerremos a una ciudad o a un país entero; una de las soluciones pasa por tener a la población inmunizada y por minimizar al máximo los efectos de la enfermedad. Pero el Gobierno chino pretende seguir con su misma política de cero contagios, cero casos. Lo lleva haciendo dos años y no se plantea cambiarlo. Una decisión que empieza a ser arriesgada: conforme pasan los días y se prolongan las cuarentenas, los vecinos de Shanghái empiezan a perder el miedo a protestar y a rebelarse contra una medida tan extrema.

Pero ojo, porque no se puede comprar lo que uno quiera o necesite: cada día se ofertan subastas de compras

En muchas comunidades de vecinos, las de los barrios más pudientes, donde residen también muchos expatriados, se han organizado grupos de chat para hacer compras masivas. Solo si el volumen de la entrega es alto, se puede permitir hacer pedidos online de comida. Pero ojo, porque no se puede comprar lo que uno quiera o necesite: cada día se ofertan subastas de compras, unos días de huevos, otros de patatas, otros de leche… Se compra lo que se puede y cuando se puede. Y si no andas rápido, te quedas fuera: muchos viven pendientes del móvil, de esos grupos de chat, con un estrés añadido a una situación ya sumamente estresante. Familias con niños o personas mayores que empiezan a tener la nevera vacía y que no saben cómo ni qué comerán al día siguiente.

El Gobierno está repartiendo bolsas de comida: básicamente huevos y verduras. Pero no lo hace todos los días ni en todos los barrios. Y el problema ya no es la comida, sino el agua. La gente tira de bidones en su día a día, es imposible beber la del grifo. Y a muchos hace ya varios días que se les agotaron los bidones. El lunes les anunciaron que sí o sí tienen por delante otros 15 días más de confinamiento. Veremos cómo termina esto. Estamos hablando de una ciudad de 26 millones de habitantes, hay países con menos población. 

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