Omar Anguita Diputado y portavoz Socialista de Infancia y Juventud
OPINIÓN

Tal día hizo un año

La Comunidad de Madrid ha inoculado el 89% de las vacunas y hay más de 180.000 inmunizados, según el Ministerio
Una octogenaria es vacunada con la primera dosis de Pfizer.
Jesús Hellín - Europa Press
La Comunidad de Madrid ha inoculado el 89% de las vacunas y hay más de 180.000 inmunizados, según el Ministerio

Mi cabeza tiene un recuerdo recurrente durante estas semanas. Hace unos días, mi abuela recibió la primera dosis de la vacuna contra la Covid-19  y, sinceramente, hacía mucho tiempo que no sentía esperanza. La pandemia y todas sus tramas nos torturan a todos, todos los días, sobre todo a nuestros mayores, pero esos segundos que dura el pinchazo de la vacuna están abriendo ante nuestros abuelos y abuelas y, por extensión, ante nosotros, un rayo de esperanza que es fundamentalmente emocional y que nos acerca a esa sensación tan anhelada, recuperarnos y recuperar nuestra normalidad, aunque sea con matices.

“Tal día hizo un año”, me dijo, precisamente mi abuela cuando fui a verla hace unos días. Y sí, tal día hizo un año. Un año de ese momento. De ese momento del que a todos nos cuesta hablar. Hubo quienes se confinaron voluntariamente unos días antes, quienes apuraron hasta el final, pero de una manera u otra aquí estamos, un año después.

Al principio, todos vivíamos esto como una cuestión de semanas o de meses

Parecía imposible pensar en un año de mascarillas y de gel hidroalcohólico. Al principio, todos vivíamos esto como una cuestión de semanas o, como mucho, de meses, pero las circunstancias, como siempre, nos han vuelto a sobrepasar. Nuestro día a día ha terminado por convertirse en un auténtico thriller que bien pudiéramos encontrarnos en alguna plataforma digital de contenidos audiovisuales, de esas que nos han ayudado tanto a sobrellevar el estar en casa. Solos, en muchos de los casos.

Este año pandémico nos está pasando factura a todos en nuestras rutinas, en nuestra forma de relacionarnos, algo que solo volverá a ser como antes gracias a la vacuna. De ahí la emoción de nuestros mayores o de nuestros sanitarios, esas voces cambiadas y esas lágrimas con los pinchazos son precisamente eso, el punto de no retorno del tramo de salida de este túnel. El final.

Y espero que, con todo eso, volvamos al calor humano porque me niego fervientemente a que renunciemos al tacto, a la cercanía. Me niego a no querer darle un abrazo a mis amigos o a mi familia, me niego a no contar nada al oído nunca o incluso a no compartir más un rato incómodo en el ascensor con algún vecino, sencillamente no estoy dispuesto. Y no es solo porque antes se pudiera y ya no. No se trata -solamente- del pataleo, sino que creo que esas actitudes y aptitudes nos definen como individuos y como sociedad, nos hacen ser quienes somos a unos niveles más profundos de lo que podemos llegar a imaginar.

Toda una generación de damnificados de Covid se enfrenta a unos potenciales problemas de salud mental

Aún se habla poco de asuntos como la salud mental vinculada a la pandemia, pero lo haremos y mucho. Toda una generación de damnificados de Covid se enfrenta a unos potenciales problemas de salud mental que habrá que gestionar, lo cual no será fácil, y es otro de los grandes retos a los que nos enfrentaremos como sociedad en los próximos meses. Un reto en el que estaremos siempre al pie del cañón.

Con todo esto en mente y con un objetivo sanitario que está por encima de todo y de todos, cabe preguntarse quiénes éramos preCovid, quiénes hemos sido durante y, sobre todo, quiénes queremos ser después.

Ojalá hayamos aprendido a ser mejores.

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