Carlos Balado Director General de Eurocofin
OPINIÓN

Si mueves la opinión, mueves los mercados

  • Moody's y Standard and Poor's dominan el mercado y sus accionistas son fondos de inversión que están en EEUU.
BCE.
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EUROPA PRESS
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A mayor incertidumbre, más demanda de activos seguros. Son valores que se supone que apenas tienen riesgo, instrumentos que permiten transferir la riqueza de un momento a otro del tiempo sin incurrir en pérdidas nominales.

Ahora, cuando más se buscan, se comprueba que "existe un amplio consenso sobre la insuficiencia secular de activos seguros a escala global", es decir, no existen muchos títulos en los que invertir con una calificación crediticia elevada, como ha dicho recientemente el gobernador del Banco de España.

Uno de los activos a priori más seguros, la deuda pública o deuda soberana, ha visto desde el inicio de la crisis como se rebajaban algunas de las calificaciones de estas emisiones.

Comparación por áreas económicas

En una comparación por áreas económicas, se comprueba que el valor total de los activos seguros europeos, deuda pública con alta calificación crediticia (AA o superior) o productos emitidos por el sector privado con calificación AAA, se cifra en unos 3 billones de dólares, la mitad que la de 2009, cuando alcanzó su máximo. En cambio, la deuda segura en manos del sector privado en EEUU asciende a un total de más de 14 billones de dólares.

En Europa no existe un activo seguro común a todos los países del área que permita a las entidades financieras, a los particulares y a las empresas, diversificar carteras sin provocar fugas de capital, en caso de dudas o incertidumbre, para buscar refugio en otras latitudes. 

Activos seguros

La demanda de activos seguros en Europa se concentra en un grupo de países que ofrecen una rentabilidad buena por su deuda pública. Solo determinada deuda pública de algunos países ofrece un rendimiento ventajoso por su condición de activo seguro, 110 puntos básicos, frente 160 puntos básicos en Estados Unidos, según el BCE.

Para equilibrar esta situación, la UE trabaja ya en un organismo europeo de inversión, bien una institución nueva o una integrada en otra ya existente en esta área, con capacidad para emitir bonos.

Sería la encargada de velar por unas finanzas públicas saneadas en la zona euro para propiciar inversiones en asuntos prioritarios como el cambio climático, el envejecimiento de la población y la digitalización. Mayor inversión ayudaría, asimismo, a mejorar la productividad, porque hoy día la UE está también por detrás de Estados Unidos en esta materia.

A este transparente debate sobre la escasez de este tipo de activos, le falta un pequeño matiz. Quienes otorgan el certificado de valor seguro son las denominadas agencias de calificación, que asignan notas a productos financieros, activos de empresas, Estados, Gobiernos regionales, Estados federados y CCAA.

Sus puntuaciones son la referencia

Sus puntuaciones son la referencia esencial para invertir y en ellas se valoran tanto el riesgo de impago, como el deterioro de la solvencia de quien emite los activos. Para ello, analizan variables como la deuda acumulada, la posibilidad y el tiempo que se tardará en devolverla, y de esa forma estimar el potencial económico de ese emisor.

En definitiva, establecen qué activos son seguros y cuál es su grado de seguridad. Su fuerza es tal que, aunque una compañía proteste tras una calificación, como le ha ocurrido hace unas semanas a una compañía cotizada española, los esfuerzos por cambiarla son baldíos. 

Quienes dicen si un valor es seguro son las agencias de calificación

Este negocio está dominado por tres compañías, Moody’s, Standard and Poor’s y Fitch Ibca. Las dos primeras suponen prácticamente el 90% de este mercado y sus accionistas son fondos radicados en EEUU y empresas editoriales de la misma nacionalidad, cuyas participaciones están cruzadas en ambas compañías.

Los accionistas de una son también propietarios de la otra. Cualquiera de ellos dispone de un patrimonio para gestionar muy superior al PIB de España, por lo que su capacidad para influir en la dinámica de los mercados, incluidas las opiniones que circulan por ellos, es muy elevada. En definitiva, son un árbitro, pero sui generis.

De esta figura, al menos en el deporte, se espera que ni participe en el juego, ni vista la camiseta de unos de los equipos arbitrados. Sin embargo, en el ámbito de la calificación crediticia, el árbitro, el calificador, lleva la camiseta de un determinado equipo, aunque sea muy posible que en ese equipo no conozcan cómo, por qué, ni a quién se califica. 

Generar estados de ánimo

Estas agencias de calificación y los fondos propietarios son muy activos en generar estados de ánimo, emociones y datos, que son los elementos básicos para crear una opinión e impulsar la inversión.

Son una de las partes más informadas de lo que se denomina el mercado, otra la componen los gobiernos y los reguladores, que como sucede en la UE, no dejan de cavilar sobre cómo conseguir activos seguros para afrontar las crisis, o no cesan de someter a sus entidades a test de stress para ver su solvencia ante posibles impactos "no esperados". 

En EEUU, mientras tanto, unas empresas asignan la nota a todos los activos, independientemente del país o empresa emisora, y advierten, valoran y formulan juicios de intenciones sobre todo tipo de asuntos.

Por tanto y en términos generales, como quien puede crear opinión, también puede mover mercados, es recomendable en este contexto recordar a Paul Samuelson, que decía: "La inversión debería ser más parecida a ver una pintura en la pared o ver crecer el césped. Si lo que busca son emociones, tome 800 dólares y vaya a Las Vegas".

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