Elías Israel Periodista
OPINIÓN

Simone Biles, más icono que nunca

Simone Bilesacapara focos en los Juegos Olímpicos de Tokio.
Simone Bilesacapara focos en los Juegos Olímpicos de Tokio.
EFE
Simone Bilesacapara focos en los Juegos Olímpicos de Tokio.

Habría que ser psicólogo y conocer detenidamente el caso de Simone Biles, la considerada mejor gimnasta de la historia, con permiso de Nadia Comaneci, para entender porque los demonios de su cabeza han conseguido apartarla de la competición en plenos Juegos Olímpicos. Sus acrobacias sobre la barra fija, las paralelas o saltando en el potro son tan inigualables como la necesidad de encontrar sentido a su vida cuando sus pies aterrizan en la tierra.

A las dudas existenciales de cualquier deportista, sometido a semejante presión y a unas expectativas tan altas, se une la pandemia. Cuentan que Simone Biles, nada más enterarse de la suspensión de los Juegos de Tokio hace más de un año, se fue a un rincón a llorar, pensó en dejarlo, se desconectó del deporte, hizo cosas que haría cualquier chica de su edad y que nunca había hecho antes: dormir sin despertador, viajar, echarse novio. Aireó sin pudor la cuestión que más la atormentaba, el sentido de su vida sin la gimnasia. ¿Quién no se ha planteado su razón de ser durante la pandemia?

A sus 24 años, la norteamericana, más allá de su impresionante categoría como deportista, se erigió en la voz de todas las niñas acosadas en su deporte, tras destaparse en 2016 el caso de Larry Nassar, un reconocido entrenador, que había abusado de más de 260 gimnastas. Simone se puso al frente de aquella manifestación, reconoció ser una de ellas y su palabra dio una dimensión planetaria al caso.

También se erigió en una ferviente defensora de la lucha contra el racismo. En un deporte, donde el color de la piel parecía pesar durante demasiadas décadas, rompió estereotipos, abrió caminos y fue el espejo para muchas niñas. Trasladó ese compromiso a las protestas por los episodios racistas vividos recientemente en Estados Unidos. Su voz nunca suena vacía.

Estaba llamada a ser la Reina de los Juegos, pero esta vez no pudo soportar la presión. Podría haber buscado una excusa física para explicarlo, pero decidió volver a ser ella misma: miró a la cámara y trató de hacer entender esa batalla que no se ve, la presión que la puede. Esta vez no podremos admirarla por la siguiente medalla, pero sí por haber vuelto a romper estereotipos, por utilizar la fuerza de los Juegos para humildemente reconocer un problema de ansiedad. Un mensaje para todos los que, en algún momento, nos sentimos superados por las circunstancias, sean cuales sean.

Todo en la vida tiene dos caras. Alcanzar la élite en el deporte puede ser una bendición, pero también un suplicio. Hasta Simone Biles nos negábamos a creer en la vulnerabilidad de los héroes, pero es que hay muchas maneras de convertirse en un referente y no todas tienen que ver con la victoria. Simone Biles no reinará esta vez, pero será un icono para la eternidad.

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