Idoia Villanueva Eurodiputada y secretaria de Internacional de Podemos
OPINIÓN

Uberización de la economía: la explotación ‘cool’ del siglo XXI

Un rider (repartidor) trabaja bajo la lluvia protegido con un impermeable
Un rider (repartidor) trabaja bajo la lluvia protegido con un impermeable
María José López
Un rider (repartidor) trabaja bajo la lluvia protegido con un impermeable

Cada vez es más evidente que las y los trabajadores son más precarios y tienen peores condiciones laborales que hace 20 años. En la última década hemos vivido, además, un proceso de ‘uberización’ del mercado laboral que ha dado lugar a ‘nuevas’ formas de explotación y al empobrecimiento de muchas personas trabajadoras. El gran logro de este modelo ha sido conseguir desdibujar la figura del empleador. Esto es: bajo el pretexto de que es el trabajador quien decide su horario y su carga laboral, la empresa se deshace de cualquier responsabilidad hacia él, aunque de facto sea la que impone las condiciones del servicio (como el precio, la distribución de las entregas y las condiciones de pago).

Estas empresas se han independizado de la regulación laboral añadiendo el prefijo ‘auto’ a la explotación de siempre: uno se autoexplota porque quiere. Las y los trabajadores víctimas de la ‘uberización’ no solo tienen que lidiar con la desigualdad habitual de las relaciones entre empleador y empleado, sino que sufren también discriminación respecto al resto de trabajadores: tienen menos derechos de los que tendrían si fuesen contratados por una empresa del mismo sector.

Pero la ‘uberización’ tiene consecuencias más allá de las condiciones laborales. Precisamente porque actúa ‘al margen’ del régimen laboral desgasta y esquilma el Estado de Bienestar, puesto que la figura del falso autónomo y las bajas cotizaciones reducen los ingresos necesarios para garantizar la protección social de toda la población. Además, a menudo utilizan paraísos fiscales para eludir el pago de impuestos en los países en los que operan. Este dumping fiscal y laboral desprovee de recursos públicos y merma nuestra propia soberanía, puesto que las plataformas pueden llegar a monopolizar algunos sectores gracias a que no cumplen las mismas exigencias que el resto de negocios. Se han hecho fuertes en ámbitos estratégicos como el transporte y el turismo, pero su modelo se está extendiendo incluso a la agricultura.

Tener trabajo hoy no es garantía de tener unas condiciones dignas y unos derechos asegurados, y tampoco lo es de escapar de la pobreza. Según un informe de la Confederación Europea de Sindicatos (CES) publicado en diciembre de 2020, el porcentaje de trabajadores en riesgo de pobreza aumentó en 16 Estados de la Unión Europea entre 2010 y 2019. Según Eurostat, se produjo un aumento del 12% de trabajadores pobres en la Unión, lo que quiere decir que uno de cada diez trabajadores se encuentra en riesgo de pobreza.

"Mostrándose como empresas innovadoras, generan una falsa ilusión de progreso que esconde formas de explotación laboral antiguas"

La falacia de la “creación de empleo” y de las “ventajas” de este modelo son una constante en la estrategia de marketing de las grandes plataformas. Mostrándose como empresas innovadoras, generan una falsa ilusión de progreso que esconde formas de explotación laboral antiguas. Las movilizaciones sociales y sindicales del siglo XX consiguieron los derechos laborales de los que hoy disfrutamos: la jornada laboral de ocho horas, el derecho a sindicarse, las indemnizaciones por despido, etc. Derechos que ya es difícil hacer valer en un contexto de precariedad extendida, y que desaparecen por completo cuando una de las partes de la relación laboral decide unilateralmente que no es partícipe de la misma.

En la actualidad se han desdibujado las fronteras entre la jornada laboral y lo que no lo es. Esta situación es aprovechada por las plataformas para implantar un sistema de explotación laboral disfrazado de “flexibilidad” y “adaptación” a los nuevos tiempos. Sin embargo, son sus algoritmos los que establecen las condiciones del servicio. Detrás de este cerebro intangible se encuentra la empresa, que utiliza la plataforma incluso para finalizar la relación con el trabajador. Recientemente, Nuria Soto, representante de RidersXderechos, explicaba que las empresas se sirven de la geolocalización para ubicar a sus trabajadores en una manifestación y tomar represalias contra ellos.

El Tribunal Supremo ya ha dictaminado que sí existe una relación laboral entre los riders y empresas como Deliveroo y Glovo. La justicia ha desmontado en varias ocasiones el argumento de que las plataformas son “meras intermediarias” y ha determinado que quienes poseen la infraestructura necesaria para organizar el servicio son las empresas. El Parlamento Europeo aprobó en septiembre una resolución que defiende esta ‘presunción de laboralidad’ y pide que el uso de los algoritmos sea transparente.

El problema sigue siendo que la legislación siempre va un paso por detrás de las realidades de quienes se ven obligados a aceptar condiciones abusivas para no perder unos ingresos que necesitan. No podemos seguir jugando al gato y al ratón. La Comisión Europea prepara actualmente una directiva para regular el sector; con ella debe adelantarse a las plataformas, corregir los fallos y vacíos de la actual legislación laboral y blindar un esquema mínimo de derechos que impida cualquier regresión.

"La ‘uberización’ es un proceso global que crece gracias a las lagunas legales y a la escasa regulación de la economía digital en todo el mundo"

La ‘uberización’ es un proceso global que crece gracias a las lagunas legales y a la escasa regulación de la economía digital en todo el mundo. Por ese motivo, la respuesta debe ser también internacional y organizada por los colectivos que la sufren. El pasado 27 de octubre, un centenar de trabajadores y trabajadoras de distintos sectores (transporte, mensajería, limpieza de hoteles, agricultura) se reunieron en Bruselas para reforzar su lucha conjunta contra las compañías tecnológicas y los fondos buitre que están deteriorando sus derechos. El encuentro, organizado por La Izquierda en el Parlamento Europeo, juntó a colectivos procedentes de España, Portugal, Francia, Bélgica y también de América Latina y Estados Unidos, que pudieron explicar su situación al comisario de Empleo y Asuntos Sociales de la UE. Confiamos en que Nicolas Schmit, responsable de desarrollar la directiva antes mencionada, atienda a las demandas de quienes soportan este modelo asfixiante, y no a los lobbies de las grandes compañías del sector.

Como advirtió Mario Murillo, representante de Correos en Lucha, sin estabilidad laboral no hay democracia. Unos salarios y unas condiciones de trabajo dignas son imprescindibles para el funcionamiento democrático de los países. Necesitamos poner la digitalización y la tecnología al servicio de la sociedad, del desarrollo conjunto, para que no sirvan de parapeto a las grandes empresas y fondos buitre que se alimentan de la desigualdad y de la inseguridad laboral. La lucha de los trabajadores y trabajadoras de plataformas es la lucha por los derechos y la protección social de todos y todas.

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