Asisto perpleja a lo acaecido con el Consejo General del Poder Judicial. Nos rasgamos las vestiduras al ver el mensaje de Cosidó, que decía que, con el acuerdo PP-PSOE, controlaban el Supremo «por la puerta de atrás», cuando no es descabellado pensar que si los partidos negocian el reparto de poder de este órgano es con la intención de tenerlo más o menos controlado. ¿Alguien cree lo contrario?

Pero vayamos por partes: primero, no puedo dejar de detenerme en Cosidó. Hay que ser osado para enviar un mensaje de estas características en un grupo de WhatsApp de 146 personas, al margen de que lo hiciera o no para apaciguar los ánimos en un PP que no entendía muy bien cómo se aceptaba el ascenso a vocal de Ricardo de Prada, cuya sentencia sobre Gürtel sirvió de base para la moción de censura contra Rajoy.

Independientemente del motivo, es evidente que fue una torpeza enviarlo, que puso en evidencia al Poder Judicial y que deja en entredicho la capacidad de Cosidó para liderar el grupo parlamentario del PP del Senado. Su cese es obligado; será una realidad; y si no, al tiempo.

En segundo lugar, Marchena, un profesional de reconocido prestigio, del que me cuesta creer que se arroje a los brazos de los partidos políticos en caso de presidir el Supremo. Para muestra un botón: coincidí hace un año con él en un almuerzo, en el que un periodista le invitaba a participar en un curso en León. Pregunta de Marchena: "¿Van políticos?". Respuesta del periodista: "Sí". "Entonces no voy", concluyó. A Marchena, le dignifica el haber retirado su candidatura, pero el daño está hecho. Ahora, el PP ha roto el pacto por la Justicia y Carlos Lesmes seguirá en el cargo. Ver para creer.