CÉSAR-JAVIER PALACIOS. PERIODISTA EXPERTO EN MEDIO AMBIENTE
OPINIÓN

Escucha el silencio de las aves

César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.
César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.
JORGE PARÍS
César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.

Trabajar en una mina de carbón fue siempre oficio peligroso. Derrumbamientos, inundaciones, explosiones de gas grisú o emanaciones de monóxido de carbono resultaban mortalmente impredecibles. Pero para estas últimas los mineros tenían un maravilloso aliado: un canario.

Descendían al fondo de las galerías con uno de estos pajaritos machos encerrado en una pequeña jaula que colgaban de la pared junto a una luz. Al momento el animal se ponía a trinar con esa alegría que solo ellos saben dar al canto, ajeno al duro entorno. Su silencio repentino o atolondramiento era una alarma que salvó muchísimas vidas, pues detectan las emanaciones del terrible gas media hora antes de que empiece a afectar a los humanos.

Desde el año 2000, los modernos detectores de gases hacen innecesaria la presencia de canarios bajo tierra. Pero la naturaleza en general y las aves en particular nos siguen enviando parecidas alertas mineras. Si empiezan a sentirse mal, deberíamos salir pitando. ¿A dónde? Ahí está el problema. Como alertaba Félix Rodríguez de la Fuente, no tenemos un planeta B.

Tras tres años de trabajo, y bajo el auspicio de ONU, 500 científicos de 100 países (entre ellos España) han presentado un preocupante informe sobre la pérdida de biodiversidad en el planeta. Solo en Europa, las poblaciones de aves ligadas a medios agrarios han caído un 57% entre 1980 y 2013. Hemos perdido el 51% de los humedales, el 60% de los anfibios y el 71% de peces. En África, América o Asia las estadísticas son aún más terroríficas.

El desastroso modelo industrial de agricultura y ganadería moderna, unido a un desaforado consumo, está provocando una extinción silenciosa pero masiva. Si la que se llevó por delante a los dinosaurios fue la quinta en la historia del planeta, y el culpable fue un meteorito, la sexta parece inminente, solo que esta vez el meteorito somos nosotros. Los más optimistas confían en que la tecnología ayude a evitar el cataclismo, pero de momento la población mundial no para de crecer y de consumir más y más rápidamente, acelerando la catástrofe anunciada por las aves.

Con ocasión de su ingreso en la Real Academia de la lengua en 1975, el escritor vallisoletano Miguel Delibes ya barruntó el desastre y convirtió su discurso en un alegato vital casi profético, ecologista cuando todavía no había ecologistas. "Todo cuanto sea conservar el medioambiente es progresar; todo lo que signifique alterarlo esencialmente es retroceder", espetó a los asombrados académicos, a quienes transmitió un curioso recado de parte de sus personajes de ficción: "Si el progreso equivale a la destrucción de la naturaleza, renunciarían a él".

Por desgracia los personajes reales lo tenemos más difícil. Los pájaros han enmudecido hace tiempo, roncos de avisar en su cada vez más estrecha jaula de cristal, confinados en reducidos espacios naturales a donde llegan igualmente los efectos del cambio climático y de los pesticidas agrícolas. Nadie puede escapar de esta nave de los locos a la deriva que en 1503 pintara el genial Bosco, chiflados seres distraídos intentando hincarle el diente a un pedazo de comida que cuelga de un hilo mientras un ladrón les roba lo poco que queda sobre la mesa, la zanahoria por delante y el palo por detrás, el naufragio seguro de la especie suicida.

Pero hay esperanza. Hace una semana se han escuchado los primeros ruiseñores en Madrid, Badajoz y Córdoba. Acaban de llegar de pasar el invierno en los bosques tropicales africanos y al menos sus poblaciones se mantienen estables en Europa. Ya están cantando, incansables, lanzando su mensaje de amor, pero igualmente de aviso, pues de nosotros depende que su futuro sea también el nuestro.

Debemos pedirles, como hizo el poeta José de Espronceda, que no silencien la música: "Canta en la noche, canta en la mañana, / ruiseñor, en el bosque tus amores; / canta, que llorará cuando tú llores / el alba perlas en la flor temprana".

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