La noticia se venía barruntando desde hacía meses, pero no por ello es menos impactante. Fernando Alonso se ha dado cuenta de que no tiene hueco ya en esta Fórmula 1, una competición en la que tuvo su momento álgido hace tantos años que muchos de sus rivales hoy en pista ni siquiera habían pasado por la adolescencia.

Sus estadísticas están ahí: desde que debutó en 2001 al volante un inolvidable Minardi, ha ganado 32 Grandes Premios, ha logrado 22 poles y se ha subido al cajón del podio 97 veces. Y se ha coronado dos veces campeón del mundo de Fórmula 1, algo que ni usted ni yo, querido lector, soñamos con lograr.

Se va uno de los más grandes de todos los tiempos. No lo digo yo solo, sino muchos de sus coetáneos. ¿Cómo se puede entender si no que Alonso salga en todos los rankings, sean de jefes de equipo, de pilotos o de aficionados, pese a que hay que remontarse un lustro para ver su última victoria en Fórmula 1?

Su innegable carácter ganador, su sintonía con un deporte en el que supo jugar dentro y fuera de la pista (mucho más dentro que fuera, por suerte para él y para nosotros) y un talento letal por el que se pelearon muchos de los equipos que le ofrecieron un asiento y que, por no estar siempre bien asesorado, rechazó. Tuvo ofertas de Red Bull en 2008, de BrawnGP (hoy Mercedes) en 2009... y en ambas ocasiones dijo que no. Le habían llamado desde Ferrari, y eso era harina de otro costal. Nadie rechaza una llamada de Maranello, o así era antiguamente.

Alonso deja la Fórmula 1, sin embargo, por la puerta de atrás. Un piloto de su categoría no puede dejar el campeonato que dominó con puño de hierro en sus años de Renault peleando por ser quinto o sexto a lo sumo. Quizá su retirada tenía que haberse producido antes de volver a McLaren, un equipo que le prometió el oro y el moro y que acabó mandándole a un infierno que no esperaba.

Queda ahora ver qué pasará con su futuro. No se extrañen de que antes de que acabe el verano anuncie la IndyCar que se hacen con sus servicios. O que Toyota le renueve por otra temporada para seguir triunfando en Le Mans. O que, incluso, dentro de unos años le vuelva a picar el veneno de la Fórmula 1 y regrese a la competición, como hizo Michael Schumacher o tantos otros en el pasado.

Alonso es uno de los pocos pilotos que se ha ganado hacer lo que le dé la real gana en el mundo del automovilismo. Por eso, visto de una manera fría, hace muy bien en retirarse ahora, 17 años después de haber deslumbrado al mundo.