FRANCISCO CAMAS GARCÍA. DOCTOR EN CIENCIAS SOCIALES Y ANALISTA DE METROSCOPIA
OPINIÓN

La polarización produce paradojas

Acto de Vox en Vistalegre (Madrid).
Acto de Vox en Vistalegre (Madrid).
EUROPA PRESS
Acto de Vox en Vistalegre (Madrid).

Hechos aparentemente contrarios a la lógica. En un momento de grandes impulsos feministas, de cumbres contra el cambio climático y de pactos mundiales para las migraciones, la extrema derecha irrumpe como nunca en la democracia española. ¿Casualidad o causalidad? ¿Huevo o gallina? Parece que causalidad y gallina.

Vox no es causa sino consecuencia, entre otras cosas, del descontento del votante conservador español: descontento con que el PSOE gobierne, con la situación de Cataluña y con la corrupción del PP. La gallina que nace del huevo de la crisis económica, política e institucional en España que además dilata la disputa por la hegemonía cultural entre sociedades abiertas o cerradas.

Y, por supuesto, gracias a que existan actores antagonistas por excelencia: Podemos e independentistas.

Mischaël Modrikamen, el hombre de Steve Bannon en Europa, sintetizaba hace unos días el enfoque reaccionario (de oposición a la innovación) que moldea la estrategia de polarización frente al descontento de los nuevos partidos de derecha en Occidente: frente a la globalización, proteccionismo y soberanía nacional; frente a la migración, fronteras; frente al feminismo, patriarcado; frente a la diversidad cultural, tradición cultural; frente a la diversidad religiosa, cristianismo. Y para Modrikamen, Vox es el partido español más próximo a este movimiento político.

Se defiende que tener estas ideas no es algo extraordinario, sino de sentido común. Así lo dice Santiago Abascal en una entrevista: Vox "está lleno de españoles con sentido común". Sin embargo, de acuerdo a los datos que publica hoy Metroscopia en este diario, Vox puede estar lleno de sentido, pero si algo no es, es común. Y por eso es paradójico.

Muy al contrario. La posición política de quienes hoy votarían por Vox es la que más se aleja de la media nacional. Sobre todo, en cuestiones como el modelo territorial, la migración y, especialmente, el feminismo.

Más del 80% de los potenciales votantes de Vox considera que se ha ido demasiado lejos con las transferencias de competencias a las comunidades autónomas y con la acogida de migrantes de fuera de Europa, y casi el 70% considera lo mismo de las ideas y los planteamientos feministas. En cambio, la media española es del 40% para los dos primeros y del 22% para este último.

Son los aspectos en los que más polarizan, en conjunto, los partidos de izquierda (Unidos Podemos y PSOE) y de derecha (Cs, PP y Vox), y ahí UP y Vox destacan por uno y otro lado del espectro ideológico. Aun así, no deja de ser llamativo que el feminismo sea la cuestión en la que más a contracorriente se sitúan los votantes de Vox: la mayoría de españoles y españolas (70%) cree que es un tema en el que hay que seguir progresando y en Vox eso solo lo piensa una minoría (27%).

Y otra paradoja: Vox polariza, pero solo allí donde puede (modelo territorial, migración y feminismo). Existen otras zonas de consenso en España tan sólidas que cuentan incluso con el apoyo de la mayoría de sus votantes.

Los de Vox son los menos europeístas de todos los partidos y, aun así, el 68% cree que hay que avanzar más en el proyecto de la UE; son los que menos creen en la universalidad del sistema sanitario, pero el 59% opina que debe  incrementarse más; y los que menos apuestan por  más medidas contra el cambio climático, pero el 68% cree que aún son insuficientes.

Eso sí, tiene razón Abascal cuando dice que Vox está lleno de españoles, porque las españolas son claramente una minoría entre su electorado: tres de cada cuatro (74%) de quienes hoy le votarían son hombres, frente a solo una de cada cuatro mujeres (26%).

En la disputa con PP y Cs por el liderazgo en el espacio de la derecha, Vox se queda con los votantes menos paradójicos de todos: los hombres más conservadores.

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