Los españoles son un pueblo solidario. Mineros, ingenieros, operarios, herreros, Guardia Civil, vecinos... Todos han dado una lección de solidaridad en Totalán en estos diez días imposibles, trabajando 24 horas, muchos de ellos con la única expectativa de sacar de ahí al niño. El final ha sido el peor posible, pero desde luego no ha sido por su trabajo impecable.

Luego está la administración. Primero exasperantemente lenta, luego muy eficaz. Ante situaciones inéditas es esperable una primera falta de coordinación, de cierta duda sobre cómo actuar en los primeros momentos. La autopsia aclarará si habría habido margen para otro final si se hubiese actuado desde la primera hora, o si falleció de forma inmediata y nunca hubo nada que hacer. Lo cierto es que la familia tuvo que lanzar un grito de desesperación al ver que pasaban las horas y había más expectación que medios sobre el terreno para sacar al niño del pozo para que el operativo se reforzase de verdad. Pero una vez que se decidió activar, la administración puso todos los recursos posibles, envió a los mejores expertos, demostró –como tantas otras veces— que pueden afrontar las más enrevesadas situaciones.

Tras encontrar el cuerpo más de diez días después, ahora tocan las explicaciones del delegado del Gobierno, toca dar las gracias a los mineros de Asturias, esos mismos que están en el punto de mira. Y toca también saber qué control hay sobre los pozos ilegales, qué usos llegan a tener, por qué las administraciones han mirado hasta ahora hacia otro lado. Porque tanto en el Ministerio como en los ayuntamientos saben que, aunque ilegales, son una práctica bastante común. Y apenas actúan contra ella. Seguramente ahora cambiará, a algún partido se le ocurrirá regular más sobre ellos, o simplemente los gobiernos decidirán que ha llegado el momento de exigir que se cumpla lo que dice la ley. En este caso ha sido un tema de seguridad, pero estos pozos ilegales suponen también un daño ambiental que parecía normalizado por las diferentes administraciones. Esta tragedia no se ha evitado, y quizá era imposible hacerlo, pero toca analizar qué se está haciendo mal y sentar las bases para dificultar que se pueda repetir.