Con el partido conmocionado tras el traumático desalojo de Mariano Rajoy de La Moncloa, y la espantada de Feijóo, la batalla por el liderazgo del Partido Popular ha sido intensa y disputada. Soraya Sáenz de Santamaría ha ganado a Pablo Casado por unos 1.500 votos, y ha dejado fuera de la carrera a su gran rival, Dolores de Cospedal. Andalucía ha sido clave para la victoria de la exvicepresidenta, que ha esgrimido su experiencia de gobierno como baza para ser la mejor contrincante frente a Pedro Sánchez (y, de paso, convertirse en la primera mujer candidata a la presidencia del gobierno de España).

Pisándole los talones, el más joven de los contendientes, Pablo Casado, que dio un golpe de efecto al anunciar, el primero y por sorpresa, su candidatura. El mensaje animoso del vicesecretario de Comunicación del PP, joven y veterano a la vez, como Pedro Sánchez o Albert Rivera, caló en un partido desfondado. Pablo Casado, que representa la aspiración de un gran centro derecha refundado, obtiene un gran éxito y planta cara a la sólida y correosa Sáenz de Santamaría, la gran referente de los gobiernos de Rajoy.

La derrota de Dolores de Cospedal confirma que el candidato más oficialista ya no obtiene el favor de los militantes en ningún partido. Los ajustados resultados abren un escenario muy complicado para la segunda vuelta de las primarias. Será en el congreso del PP, dentro de quince días, un periodo de tiempo en el que la gente de De Cospedal tendrá que optar por Sáenz de Santamaría o Casado.

La candidatura de unidad que hubiera sido la salida más cómoda para el PP si hubiera habido más distancia entre los aspirantes parece muy complicada en este escenario. Pero lo que menos conviene al partido en este momento es desangrarse en luchas internas.