GUILLERMO FATÁS. CATEDRÁTICO DE HISTORIA Y PERIODISTA
OPINIÓN

"Con la Iglesia hemos topado", nunca lo dijo Don Quijote

Guillermo Fatás, catedrático de Historia Antigua, periodista y escritor.
Guillermo Fatás, catedrático de Historia Antigua, periodista y escritor.
20MINUTOS
Guillermo Fatás, catedrático de Historia Antigua, periodista y escritor.

El prodigio del Quijote consiste en haber dado cabida en sus páginas al mundo. Su fortuna ha sido tal que nuestra lengua se ha llenado de citas falsamente atribuidas al libro. Falso es que se diga en él "Ladran, luego cabalgamos"; y que aparezca por alguna parte "desfacer entuertos"; y tampoco aquello de "Cosas veredes, Sancho, que farán fablar las piedras", que alguien con el caletre embarullado acabó cargando en las anchas espaldas del hidalgo. Estas citas mendaces, y otras parecidas, se deben a la autoridad lograda por Don Alonso Quijano, bajo cuya grandeza han buscado cobijo numerosos majaderos.

"Con la Iglesia hemos topado" se aduce para poner en boca del Quijote una crítica al poder infranqueable de la institución eclesiástica católica, que eso significa Iglesia si se escribe con mayúscula. La gracia está, claro, en poner la mayúscula. Y se acrecienta la imprecación al escoger el verbo topar, tan contundente. La cosa es adjudicar al Caballero de la Triste Figura una expresión mezcla de aviso, lamento e impotencia: Don Quijote se da un topetazo con la Iglesia, golpe es de dificultosa superación con un poder fáctico, que se dice.

Imaginemos que el citador banal decide un día leer lo que cita sin conocimiento y, en lugar de inventar topetazos cervantinos con la Iglesia, da con el capítulo IX de la segunda parte del Quijote, "donde se cuenta lo que en él se verá". No hay Iglesia, ni con ni sin metáfora o tropo. Van por un pueblo de noche y no se ve bien:

"Media noche era por filo cuando don Quijote y Sancho entraron en el Toboso. Estaba el pueblo en un sosegado silencio, porque todos sus vecinos dormían y reposaban a pierna tendida (...). Era la noche entreclara (...). No se oía en todo el lugar sino ladridos de perros, que atronaban los oídos de don Quijote y turbaban el corazón de Sancho. De cuando en cuando, rebuznaba un jumento, gruñían puercos, mayaban gatos, cuyas voces, de diferentes sonidos, se aumentaban con el silencio de la noche, todo lo cual tuvo el enamorado caballero a mal agüero (...) Guió don Quijote, y, habiendo andado como docientos [sic] pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era alcázar [el de Dulcinea], sino la iglesia principal del pueblo. Y dijo: Con la iglesia hemos dado, Sancho".

O sea, que don Quijote acababa de encontrar el templo parroquial y contaba con orientarse a partir de él. Y esto es lo que hay, sin metafísicas.

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